La muestra ofrece al visitante un viaje al mundo extraño, agitado y animado de uno de los creadores más importantes de la historia del cine. Marcan el ritmo proyecciones, aparatos cinematográficos en funcionamiento y objetos únicos, como por ejemplo la primera cámara de Méliès o el vestuario original de Viaje a la Luna.
En total se presentan 140 objetos -películas, fotografías, dibujos, pósteres y aparatos- así como 23 filmes, con especial atención por Le voyage dans la Lune (1902).
Ascenso y declive
Y es que la obra de Méliès sigue vigente hoy día, en especial en las producciones de los grandes creadores de Hollywood, porque, como afirmaba él mismo en 1933: «¿quién puede vivir sin féerie, sin un poco de fantasía?».
Fue dibujante, mago, constructor de artefactos, director de teatro, actor, decorador y técnico, así como productor, realizador y distribuidor de más de 500 películas entre 1896 y 1912. Reinó en el mundo del género fantástico y del trucaje cinematográfico durante casi veinte años, resultando fundamental su contribución al séptimo arte: introdujo el sueño, la magia y la ficción en el cine cuando este daba sus primeros pasos y era solo documental.
Frente al cine de carácter documental de los hermanos Lumière, el acto fundacional de Méliès consistió en combinar el universo de Jean-Eugène Robert-Houdin, el padre de la magia moderna, con la cinematografía de Marey, así como en un decidido impulso al cine como espectáculo.
Como genio de los efectos especiales, aplicó en el cine trucos de magia y la técnica de la linterna mágica: pirotecnia, efectos ópticos, desplegables horizontales y verticales, paradas de cámara, fundidos encadenados, sobreimpresiones, efectos de montaje y de color… Es como si este virtuoso de la técnica lo hubiera inventado y usado todo.
Obra recuperada
Vivió unos años dorados, de extraordinaria popularidad, que culminaron con el estreno, en 1902, de Le voyage dans la Lune (Viaje a la Luna), filme que vieron millones de espectadores. Desgraciadamente, la expansión de la industria cinematográfica y la aparición de grandes empresas como Pathé y Gaumont llevaron a Méliès a la ruina y el olvido.
En 1923, totalmente arruinado, destruyó los negativos de todas sus películas. Acabó vendiendo juguetes en la parisina estación de Montparnasse y más adelante se refugió en un asilo de Orly. El periodista Léon Druhot le reconoció en la estación, y a partir de aquel momento su obra empezó a ser valorada y recuperada de nuevo.
Más de 400 piezas
¿De dónde proviene Méliès? ¿Cómo forjó su extraordinario universo? ¿Cuáles fueron sus fuentes de inspiración? Esta muestra da respuesta a todas estas cuestiones y demuestra que la génesis del mundo meliesiano se encuentra en los propios orígenes del cine: sombras animadas, linterna mágica, fantasmagoría, cronofotografía, magia y fantasía.
La exposición permite profundizar en las raíces culturales, estéticas y técnicas de Méliès. Para ello está dividida en tres grandes ámbitos. El primero de ellos vincula su forma de entender el cine con sus antecedentes históricos (teatro de sombras, fantasmagorías y linterna mágica), introduciéndonos en su universo creativo.
Medio de expresión personal
Méliès entendía el cine como una obra total, por lo que el segundo ámbito de la muestra explica cómo convierte el cine en un medio de expresión personal: diseñaba los decorados y el vestuario, y escribía los guiones de sus filmes, en los que también hacía de actor, cámara, montador, productor, distribuidor y empresario.
Uno de los principales atractivos de la exposición es poder conocer cómo se gestaron algunas de sus películas más conocidas, contemplar todo el material de trabajo conservado, como el vestuario original de Le voyage a la Lune (Viaje a la Luna), y revivir la sensación de las primeras proyecciones mediante aparatos de la época y objetos únicos, entre ellos la primera cámara de Méliès.
Un último ámbito que incide en cómo Méliès es olvidado por la industria y cómo resucita años más tarde. Así, destaca su papel primordial en la evolución de la historia del cine, que llega hasta nuestros días gracias al filme de Scorsese Hugo, que cierra la exposición.
Georges Méliès. La magia del cine ha sido posible gracias a la colaboración de La Cinémathèque Française. Fundada en 1936, cuenta con la colección más importante a escala mundial de dibujos, películas, aparatos, vestuario y objetos de este precursos, así como con un extenso y valioso fondo de imágenes y objetos relacionados con los inicios del cine.
Vida de un genio
Georges Méliès nació el 8 de diciembre de 1861 en París. A los 23 años, durante una estancia en Londres, quedó fascinado por la prestidigitación, y en 1888, al retirarse su padre del negocio familiar de calzado de lujo, recibió una considerable fortuna con la que pudo adquirir el teatro del mago Robert-Houdin. En aquel pequeño teatro creó sainetes mágicos con complejos trucajes que, posteriormente, le sirvieron para el cine.
A finales de 1895 descubrió el cinematógrafo de los hermanos Lumière, que le cautivó. Cuando ellos se negaron a venderle su aparato, Méliès recorrió a un óptico londinense, Robert William Paul, que había inventado una cámara. A su regreso a París rodó sus primeras cintas, y en mayo de 1896 empezó a realizar sus primeras películas trucadas, como Le manoir du diable (La mansión del diablo) y Escamotage d’une dame chez Robert-Houdin (Desaparición de una dama en el Robert-Houdin).
El público, fascinado, quería más. Para dar respuesta a aquel gran éxito, Méliès hizo construir en la propiedad familiar de Montreuil-sous-Bois, sin reparar en gastos, un estudio de cine completamente acristalado. En 1902, con Le voyage dans la Lune (Viaje a la Luna), se convirtió en uno de los más solicitados. Pero la duplicación ilegal de este filme alcanzó tales proporciones en Estados Unidos que Méliès tuvo que enviar a Nueva York a su hermano Gaston para abrir una sucursal en representación de la marca Méliès Star Film.
El año 1908 fue el de su máximo esplendor: en el estudio de Montreuil se filmaron más de 50 películas. Pero también supuso el inicio del declive de Méliès, que se vio superado por la producción masiva de Pathé y Gaumont y por la llegada de cineastas extraordinariamente dotados, como por ejemplo Ferdinand Zecca, Louis Feuillade, el español Segundo de Chomón (especializado como él en películas de trucajes) y David W. Griffith en Estados Unidos. Pathé produjo en 1911 y 1912 las últimas cintas de Méliès, que fueron un absoluto fracaso pese a la magnífica À la conquête du Pôle (A la conquista del Polo).
En 1917 intentó la reconversión al teatro sin éxito, y en 1922 tuvo que vender la propiedad de Montreuil. En 1925, la sala Robert-Houdin fue derribada. Desesperado y totalmente olvidado por el público y la profesión, Méliès destruyó todos los negativos de sus películas.
Tras casarse en segundas nupcias con una de sus primeras actrices, Jehanne d’Alcy, encontró trabajo como vendedor de juguetes en el vestíbulo de la estación de Montparnasse, en París, donde un periodista le reconoció por casualidad en 1926. Aquel encuentro casual supuso su redescubrimiento, que se produjo especialmente a raíz de la Gala Méliès, celebrada en 1929 en la sala Pleyel, donde pudieron proyectarse ocho de sus películas, milagrosamente recuperadas. Murió el 21 de enero de 1938.
La película La invención de Hugo (2011), con la que Martin Scorsese le rendía un merecido homenaje, ha vuelto a situar en primer plano la vida y la obra de Méliès.