Hija de Hassan el Glaoui, uno de los pintores más reconocidos de Marruecos, y nieta de Thami el Glaoui, pasha de Marrakech, su arte interactúa de forma natural e íntima con sus orígenes y su entorno actual. Sus obras, la mayoría de ellas llenas de vivos colores, recuerdan a los brillantes mosaicos de la época bizantina.
El trabajo de esta artista comparte un secreto: la búsqueda de la luz. Como ella misma asegura, “mi deseo es encontrar la luz idónea para mejorar el retrato, lograr una imagen en constante cambio y captar la esencia del sujeto”.
La pintora presenta en Madrid sus trabajos retroiluminados, que ofrecen al espectador una nueva perspectiva y significado, tareas en las que Ghizlan colabora con un diseñador de iluminación y un artesano del metal.
Para plasmar la transparencia, crucial también en sus creaciones, utiliza las pinturas metálicas, aceites y témperas tradicionales, logrando el contraste entre opacidad y textura.
Ghizlan el Glaoui pasó gran parte de su infancia en el estudio con su padre. Posando para sus retratos, se convirtió en su musa, dato que podría explicar la posterior fascinación de Ghizlan por los rostros. Este entorno de inspiración en su infancia, junto con los ricos colores de la obra de su padre, han influido en su distintivo estilo pictórico.