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Gonzalo Lebrija le echa un pulso a la realidad

La muestra, comisariada por Humberto Moro, se articula a través de la composición de diálogos entre piezas creadas en diferentes períodos. Su título alude, por un lado, al impulso esencial de cuantificar y, por otro, establece un vínculo metafórico con el principio matemático de la “N” como una suposición y de la “X” como una incertidumbre, intentando así medir la distancia existente entre lo que supone ser y lo que se desconoce.

El tiempo y su fragilidad son algunas de las características de la obra de Lebrija, que utiliza su propio cuerpo, sus habilidades y limitaciones como materia prima de su proceso creativo.

Exposición como diálogo

'Entre la vida y la muerte B/N', [Breve Historia del tiempo], 2008. Gonzalo Lebrija. [1]

‘Entre la vida y la muerte B/N’, [Breve Historia del tiempo], 2008. Gonzalo Lebrija.

Así, la exposición es el resultado de un diálogo entre el comisario y el artista a lo largo de cinco años. No es, por tanto, una revisión ni una retrospectiva, y está comprendida por seis salas con un total 20 piezas.

El propio artista describe la muestra como «un diálogo que de alguna manera empezó con la idea de hacer algo que fuera más que una antología, que reflejara ciertas discusiones entre Humberto Moro y yo, y donde la obra, de alguna manera, fuera cómplice y generara ciertas tensiones».

Así, el autor explica que el germen nació en una exposición anterior que tuvo lugar en el Museo de las Artes de Monterrey, en Uruguay, y que ahora, esta muestra de La Casa Encendida es una especie de continuación de la misma «pero con una destilación más precisa y concisa donde utilizamos muchos de los tópicos de los que trata mi trabajo: el tiempo, la vulnerabilidad, la gravedad, la distancia o el desplazamiento».

Arte y conflicto

Para Gonzalo Lebrija el arte surge de un conflicto y muchas veces éste se da a través del mundo en el que vive y de su relación con él. Para él esas relaciones también pueden ser representadas por ciertos símbolos como coches o aviones de papel, que son insignias de estas instituciones, organizaciones. «Es verdad que he sido recurrente con estos símbolos, porque de alguna manera han sido parte de mis tópicos y de mi historia y los utilizo como fichas de un juego», explica. Además, hay un proceso secuencial de situaciones que le interesan en las que empieza a trabajar y que poco a poco se van construyendo.

'Silver Lamento', 2015. Gonzalo Lebrija. Plata 60 cm aprox. Marfa Contemporary. [2]

‘Silver Lamento’, 2015. Gonzalo Lebrija. Plata 60 cm aprox. Marfa Contemporary.

El autor confiesa que ve el arte como aportaciones que son parte de un capítulo y, a su vez, ese capítulo es parte del libro. «Algunas obras vienen de una conexión muy específica, pero no lo siento como algo evolutivo y sí más como una investigación larga que se va cada vez afinando más».

Lebrija se define como artista contemporáneo, aunque reconoce que afirmar eso quizás no es decir mucho. Encasillado como artista conceptual, en realidad no se siente como tal porque, por ejemplo, no concibe la idea de la desaparición del objeto. «Para mí el objeto es muy importante y mi arte es muy visual, por lo que en ese sentido, no veo que sea tan conceptual. Tiene una serie de influencias en las que se incluye el arte conceptual, pero también otras como el arte pop». Confiesa que tampoco piensa mucho en esas clasificaciones, ya que ve el arte como un lenguaje que se puede bordar con un sinfín de medios.

Recorrido

Who knows where the time goes?

La primera sala se conforma de tres piezas. Humberto Moro recalca la idea de que toda la obra de Lebrija no se considera una producción cerrada, sino en constante cambio. Hay tensiones con la historia del arte y cuestiona siempre hacia dónde ha ido la modernidad y el progreso. En ella aprecen diferentes símbolos como, por ejemplo, los medios de transporte. Hablan de hacia dónde ha ido la modernidad. Otro sería, por ejemplo, la escala. Esta exposición ha ido de lo micro a lo macro.

En la obra Who knows where the time goes?, el propio autor arroja libros al aire en una pradera mexicana y los dispara. Habla hacia dónde va el conocimiento y en el vídeo estudia la relación de su cuerpo con el paisaje, que se ve también en su obra La distancia entre tú y yo.

Dirty Wish

En la segunda sala, el espectador puede ver también tres obras. En una de ellas aparece una fotografía de un coche estadounidense con una rubia imponente. Se llama Dirty Wish y retoma la idea del american dream y el bienestar doméstico. La imagen habla del positivismo de Estados Unidos en los años 60, al que Gonzalo arroja un mancha negra. Sucede lo mismo que en otra obra suya en la que una escopeta incrustada en el suelo dispara una mancha de pintura negra. En ambas antepone lo plástico.

En esta sala también hay un mural con una videoinstalación en la que aparece un caballo blanco, otro elemento recurrente en su obra. En el vídeo es el propio artista quien dirige el caballo y sentimos su presencia. La fuerza indomable de la naturaleza que está siendo llevada en círculos que no conducen a ninguna parte.

Ingravidez

Otra de las salas contiene también tres obras. En Catch my fall, él está en un hotel de Estados Unidos y se graba saltando en la cama. Todo es muy simple, ya que es de esas acciones simples de dónde surge su obra. Baja de velocidad la grabación y provoca estados de ingravidez. Del pijama de este vídeo surge el mural para la primera sala.

'Catch My Fall', 2003. Gonzalo Lebrija. Vídeo 2’08’’. Cortesía del artista. [3]

‘Catch My Fall’, 2003. Gonzalo Lebrija. Vídeo 2’08’’. Cortesía del artista.

Aquí se encuentra también una de las obras más crípticas de toda la exposición, As time goes by. En ella, Lebrija aparece en una posición dramática, de duelo, en medio de una exposición de un artista que realiza obras con la fecha. La imagen reflexiona sobre el paso del tiempo. El acto de sentarse así logra subvertir la obra de un autor.

En la misma sala aparecen figuras de aviones desdoblados como Unfolded Gold: Black Eyes o Unfolded airplane: Elektra, ya que Lebrija ha explorado la figura del avión de papel a lo largo de su carrera. Todo comenzó con un concurso de aviones de papel entre los abogados de los principales despachos del edificio ‘Condominio de Guadalajara’. Con esta especie de performance, el artista cuestionó la unidad básica de comunicación en el sistema judicial mexicano, el papel. En ese momento hace unas fotos y empieza a trabajar con el avión de papel mientras cuestiona la validez del documento.

Entre la vida y la muerte

En una de las últimas salas aparece una de las obras más conocidas del mexicano, Entre la vida y la muerte, una fotografía en blanco y negro que él provoca arrojando un coche a un lago. ¿Es real o no? Ese es el conflicto. Una vez que el espectador se da cuenta de que es real surgen otros conflictos. De esta obra han partido además otras muchas posteriores, ya que no es un proyecto cerrado y es posible que lo recupere en el futuro.

Un universo de la nada, otra de las obras que pueden contemplarse en esta sala, es sin duda una imagen muy disonante con el resto de su producción. Parece una pintura o un dibujo, pero está compuesta de la frase ‘Un universo de la nada’, escrita hasta el infinito por el artista durante un año entero. Logra crear un universo propio, una especie de galaxia. Su discurso se cruza con otras cuestiones relativas al tiempo y al espacio, que a su vez se relacionan con otra de sus obras, Cubos torcidos.

Lo cercano

También un reloj que recuerda la canción mexicana La vida no vale nada y que con un mecanismo oculto siempre tiene la hora de México. Está hecho con las escobas típicas con las que la gente barre las calles por la mañana, por lo que está provisto de cierta melancolía. Mide el tiempo con una materia tan doméstica como algo que sirve para barrer la basura.

Para finalizar, en la última sala se encuentra la obra La distancia entre tú y yo. Cuatro películas en las que la figura de Gonzalo Lebrija irrumpe hasta que se pierde en el paisaje.