[1]El retrato, que puede considerarse como el mejor conocido de Esteve y el más singular de los infantiles del XVIII español, permite profundizar en el conocimiento de este interesante pintor, considerado en su momento como el mejor retratista de la corte después Goya. La obra completa la Donación Alzaga, formalizada el pasado mes de marzo y en la que se incluían seis importantes pinturas más una dotación económica para la adquisición de esta séptima.
Comisariada por Virginia Albarrán, la muestra, que reúne por primera vez el conjunto de retratos que pintó Agustín Esteve de los hijos de los duques de Osuna, cuenta con ejemplos procedentes de las colecciones de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, Colección Duque del Infantado, Colección Masaveu y Colección Martínez Lanzas-de las Heras con los que contextualizar el retrato de Manuela Isidra.
Además, estas obras se acompañan de varios retratos de los duques y de sus hijos de otros artistas, como el miniaturista Guillermo Ducker (doc. entre 1795 y 1830) y los retratos que Francisco de Goya pintó de los mismos miembros de la familia en momentos distintos, lo que permite apreciar la influencia del maestro aragonés en Esteve.
El tratamiento de la luz y la consecución de las transparencias en los vestidos de las retratadas se convierten en el eje de la exposición y en la demostración de la habilidad de ambos artistas ante el difícil desafío artístico que supone la representación del color blanco. El número de retratos de los duques de Osuna y de sus hijos, desde que estos eran niños hasta su madurez, que atesora el Prado le convierte en la institución en la que esta importante familia se halla mejor representada.
Cabeza y alma de los Osuna
El matrimonio de Pedro de Alcántara Téllez-Girón (1755-1807), futuro IX duque de Osuna, con su prima María Josefa de la Soledad Alonso-Pimentel (1752-1834), condesa-duquesa de Benavente, fundió dos de los linajes nobiliarios más antiguos, extensos y ricos de España y dio lugar a una familia que, por prestigio e inquietudes culturales y artísticas, no tuvo parangón en su tiempo.
La condesa-duquesa, que destacaba por su ingenio, carácter decidido y distinción, era considerada en la época como la verdadera cabeza y alma de los Osuna ya que el duque pasaba largas temporadas en campañas militares. Madre tardía, orgullosa de sus cinco hijos, y acostumbrada al lujo y a la ostentación, se preocupó de registrar en sucesivos retratos el crecimiento, habilidades y progresos de todos ellos, fruto, en gran parte, de la privilegiada e innovadora educación que recibieron, que se encontraba dentro del ideal ilustrado de conseguir individuos que fuesen útiles a la patria. Creó, así, una verdadera galería iconográfica de la familia en la que Goya y Esteve desempeñaron un papel fundamental.