Considerada como una de las grandes artistas contemporáneas portuguesas, Almeida se impuso desde la década de 1970 como una figura importante de la performance y el arte conceptual. Nacida en 1934 en Lisboa, lugar en el que vivió y trabajó, exploró y cuestionó las formas de expresión tradicionales, especialmente la pintura, empujada por un deseo constante de superar los límites pictóricos.
Su trayectoria [1] se inicia con la escultura, durante los años que trabajaba como ayudante de su padre, Leopoldo de Almeida, pasando por los trabajos pictóricos de sus primeros años de carrera. En la década de 1970 su producción se vuelve hacia la performance, utilizando la fotografía en blanco y negro como medio para plasmar sus acciones artísticas.
Desde entonces, los temas que más le interesaron y que investigó a través de su creación fueron el espacio, el cuerpo, la casa, el rincón, el suelo, el espacio físico después del lienzo y, sobre todo, las emociones. Todos ellos como maneras de contar una historia.
En la serie que presenta la galería madrileña, las imágenes muestran una reflexión más íntima sobre el “yo”, sobre las emociones, a la vez que Almeida insiste en el movimiento y la idea de secuencia introduciendo la pintura en la imagen.
El escenario es siempre el mismo estudio, donde la artista crea una escenografía y actúa con su cuerpo y los objetos que la rodean, exponiendo así su intimidad para transformarla en reflexiones de lo universal.