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Homenaje a Leonora

Leonora Carrington nació en el noroeste de Inglaterra en una familia de clase alta. Con 15 años viaja a Florencia, donde tiene ocasión de contemplar la pintura de los maestros antiguos italianos. Ya de regreso a Reino Unido, en 1936 consigue que sus padres le permitan estudiar arte en Londres, donde en junio visita la primera exposición surrealista en Gran Bretaña y al año siguiente queda prendada de la obra de Max Ernst durante una muestra individual de éste, a quien conoce en una cena y con el que inicia una relación que no cuenta con la aprobación de sus padres. La pareja se muda a París, lo que provocó la ruptura entre Leonora y su familia.

En la capital francesa, y a pesar de su negativa a entrar en el grupo de manera oficial, se codea con los surrealistas. Pronto la pareja se muda a la localidad de Saint-Martin-d’Ardèche, en la Provenza, pero su vida allí se ve pronto condicionada por la guerra. Max Ernst es arrestado por su origen alemán y por tanto es considerado enemigo de Francia; Leonora huye a España donde, tras sufrir una crisis nerviosa, es ingresada en un hospital psiquiátrico en Santander. Después de un duro y tortuoso tratamiento, la artista recaló en Madrid y luego en Lisboa, donde pudo embarcarse hacia Nueva York con su reciente marido, Renato Leduc. A finales del año 1942 se establecen en México, donde ella va a desarrollar su obra de madurez.

Artista plástica, escritora, pensadora y dramaturga, entre otras muchas cosas, Carrington fue una de las artistas más relevantes en el entorno del surrealismo. Su trayectoria estuvo siempre marcada por su agitada biografía, que hizo de ella una persona excéntrica y trágica. Pero su obra no puede interpretarse sólo como la manifestación de una mente inestable. Muy al contrario, es el fruto de una extraordinaria imaginación, creadora de un mundo estético, simbólico y conceptual no siempre fácilmente descifrable. Sus pinturas, dibujos, escritos, tapices o esculturas hablan de aspectos del ser humano –el miedo, el dolor, la alegría, la extrañeza o la felicidad– de una forma directa, que interpela y enfrenta a contrastar nuestras propias certezas e incertidumbres.

Adelantada a su tiempo en su preocupación por la ecología y los derechos de la mujer, desarrolló un lenguaje a través del que «evocó un mundo fascinante de rituales mágicos donde nada es lo que parece y suceden las más increíbles transformaciones. Una mujer que mostró una conciencia muy avanzada sobre la destrucción del planeta ya en los años 50 del siglo pasado», recuerda Tere Arcq, comisaria de la exposición junto con Stefan van Raay y Carlos Martín, que considera que «Carrington nació mucho antes de su tiempo y esos artistas sólo logran póstumamente el justo reconocimiento. Sufrió la desmemoria, el desarraigo, el exilio y la violencia sexual y mental y, sin embargo, supo hacer de todo ello material para su arte».

Leonora Carrington. Revelación se despliega a lo largo de 10 secciones en las que el relato cronológico se combina con la presentación de los temas más destacados en la obra de esta singular artista: desde su formación y las influencias tempranas que recibe en Inglaterra y Florencia hasta el contacto con los surrealistas en París, pasando por su época en Saint-Martin-d’Ardèche, su traumática experiencia en España, y la emigración a Nueva York y a México.

Entre la obras de la muestra destacan el conjunto decorativo realizado para la casa que compartió con Max Ernst en el sur de Francia; Down Below, el único cuadro localizado entre los dos que realizó en España, y que inspira sus Memorias de abajo; otras obras clave como Green Tea (del MoMA) o The House Opposite (West Dean College), donde presenta un auténtico inventario de sus vivencias hasta su llegada a México. La exposición se corona con su gran proyecto para el Museo Nacional de Antropología de México, el mural El mundo mágico de los mayas, que solo en una ocasión anterior ha cruzado el Atlántico y se presenta por primera vez al público español.

Para llevar a buen término este proyecto, Fundación MAPFRE ha contado con el apoyo de más de sesenta prestadores, entre los que destacan instituciones como, entre otras, el Art Institute (Chicago), la Galleria Nazionale d’Arte Moderna e Contemporanea de Roma, el Museo de Arte Moderno de México, el Museo Nacional de Antropología de México, el Museum of Modern Art de Nueva York, el San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA), la Tate (Reino Unido) o el Tel Aviv Museum of Art. Junto a ellas, destacadas colecciones particulares han contribuido también con sus préstamos a la consecución del proyecto.

La exposición ha sido organizada por Fundación MAPFRE en colaboración con el ARKEN Museum of Modern Art de Dinamarca.


– Fundación MAPFRE ha ampliado el horario de su sala de exposiciones los días 30 de abril, 1, 2 de mayo, y el fin de semana de clausura de las muestras (5, 6 y 7 de mayo), hasta las 22.00 h. ¿Quiere sacar sus entradas [1]?

¿Quiere descargar el folleto de la exposición? [2]

¿Y los textos de sala y cartelas? [3]

Claves

Huida a España: Tras los arrestos de Max Ernst y en su huida de la guerra europea, Leonora llega a Madrid en 1940 con un frágil estado de salud. Sufre una crisis nerviosa y en agosto es ingresada en un sanatorio de Santander. El último día del año regresa a Madrid, donde tiene la oportunidad de visitar el Museo del Prado. Confirma su amor por la pintura italiana florentina aparte de contemplar las obras de El Bosco, Bruegel o Patinir que tanto le impactan y que son determinantes para su obra posterior.

Leonora escritora: Desde muy pequeña muestra un gran interés por los cuentos, intensificado, sin duda, a partir de su encuentro con Ernst, que sentía, como el resto de los surrealistas, fascinación por Lewis Carroll y el mundo de Alicia. Se dice que el primer cuento que escribió Carrington fue dictado a su madre a una edad tan temprana que aún no escribía bien. Desde entonces nunca dejó de hacerlo y muchas de sus pinturas encuentran correlato e incluso el mismo título que sus escritos. Casi todos son autobiográficos, y de ellos destaca el relato de su paso por el sanatorio del doctor Morales en Santander, que narra en Memorias de abajo. En una gran mayoría aparecen seres híbridos, hadas y brujas poderosas, animales parlantes y humanos que se convierten en animales.

Los autorretratos / Los alter ego: En sus obras se autorretrata frecuentemente a través de otros personajes o animales que hacen las veces de la propia artista. Sus alter ego suelen ser hienas, árboles o caballos, sin duda alguna este último el más reiterado, pero también diosas ‒como la Diosa Blanca‒ o hilanderas y tejedoras que se representan en ocasiones por medio de la rueca. La rueca y las hilanderas son alusiones a las diosas y al poder femenino. El hilado se asocia con la condición femenina, mujeres sabias, brujas, etc. En este sentido la propia artista se dedica durante años a la elaboración de tapices, en colaboración con la familia Rosales, tejedores mexicanos.

Leonora feminista: A partir de la década de 1960 se interesa cada vez más por los movimientos feministas, en pleno apogeo en Estados Unidos, adonde viaja con frecuencia. A pesar de no haber sido nunca militante, su casa de México se convirtió en lugar de reunión de un pequeño círculo de mujeres preocupadas por su situación de desigualdad y ausencia de derechos. El descubrimiento del ensayo La Diosa Blanca, de Robert Graves, alimentó la conciencia feminista de la artista, que señaló: «La mayoría de nosotras, espero, somos ahora conscientes de que una mujer no debería tener que pedir Derechos. Los Derechos estaban ahí desde el principio; hay que Recuperarlos, incluidos los misterios que eran nuestros y fueron violados, robados o destruidos».

Animales y humanos: En el tratamiento artístico que lleva a cabo del reino animal, Carrington revela su particular idea de respeto por la naturaleza y la convicción de la igualdad entre animales y humanos. Con una visión ecologista avanzada, expresaba con frecuencia su indignación ante la actitud depredadora de la especie humana, que estaba acabando con el planeta; su amor por los animales fue seguramente una de las razones por las que se sintió tan atraída hacia el budismo, que, a diferencia del pensamiento occidental con una visión antropocéntrica, promueve la empatía, la compasión y la reverencia ante todas las formas de vida.