Considerada una de las mejores películas del director aragonés, Nazarín está basada en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, publicada en 1895, y cuenta el camino de fe de un sacerdote mexicano. Buñuel se apoyó en su dirección con dos de los más importantes creadores de imágenes mexicanos: el cinefotógrafo Gabriel Figueroa y Álvarez Bravo, que realizó las imágenes fijas que documentaron y publicitaron la película.
Nazarín critica mordazmente la superficialidad y banalidad de la caridad cristiana y a la institución católica. La película llegaría a ser considerada la mejor de su etapa mexicana y, más aún, uno de los mejores títulos que ha dado la cinematografía mexicana en toda su historia. Junto a Viridiana (1961) y Tristana (1970) inicia la trilogía que el director le dedicará al novelista grancanario. La película es un ejemplo de esa especie de ideología “comunista cristiana” a caballo entre la resistencia soñadora y utópica del Don Quijote cervantino y el mesianismo de Jesús de Nazaret.
Dentro de la muestra, que incluye la proyección de una versión restaurada del filme, se programará un ciclo de películas sobre Manuel Álvarez Bravo y el cine, con títulos como Cantaclaro (Julio Bracho, 1945), La diosa arrodillada (Roberto Gavaldón, 1947), Subida al cielo (Luis Buñuel, 1950), Sonatas (Juan Antonio Bardem, 1958) y El esqueleto de la señora Morales (Rogelio A. González, 1959).
La trama
«Nazarín es una película que en realidad está sucediendo en España. Yo siempre sentí eso, que Buñuel estuvo buscando en México la España perdida…».
(José de la Colina, escritor)
El padre Nazario es un sacerdote que ejerce en México en los primeros años del siglo XX, durante el Gobierno de Porfirio Díaz. Este personaje expresa lo que los Evangelios dicen que fue Jesús: un hombre libre, comprometido, misericordioso y cercano a la gente. Sus feligreses son los pobres que viven cerca de él. Pero al intentar proteger a una prostituta que ha causado un incendio tiene que huir, perseguido por la justicia. En su huida se replanteará su propia fe a la vista de los acontecimientos que sufre y de los hechos que conoce.