Invernadero es una de las obras más logradas de Pinter, quien escribió este texto en los años 50 pero lo guardó para estrenarlo en el momento más oportuno… 30 años después. El dramaturgo y poeta británico es uno de los autores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Su universo teatral ha evolucionado en un lugar personal, único, demoledor, crítico, disolvente e ideológico.
En sus textos no hay sólo un Pinter, sino múltiples, unidos por la crítica al hombre urbano occidental, su alienación, su disolución, a la par que crece un poder occidental pretendidamente democrático y radicalmente aniquilador. En palabras de Mario Gas, en Invernadero «se presenta al Pinter de las farsas negras, dislocadas, trepidantes, ácidas y corrosivas, donde el poder, político y estatal en este caso, asoma su hocico maloliente y exterminador».
Gobierno autoritario
En esta obra se presenta una sátira del funcionamiento burocrático y el gobierno autoritario de un sanatorio cuya naturaleza exacta no se desvela. No está sometido a ningún control y al parecer cualquier comportamiento sobre los pacientes está permitido. En plena celebración navideña, el director y su equipo se enfrentan a un nacimiento y una muerte que han tenido lugar en el interior de esta institución. Pero, ¿quiénes son los responsables? ¿Y cómo hay que actuar ante semejantes sucesos, tan inesperados como comprometedores?
Esta institución de reposo al que hace referencia el autor es todo lo contrario de lo que parece. En vez de un lugar balsámico y de rehabilitación es un escenario en el que se ha instalado el horror y la aniquilación psíquica y total, la negligencia, el desamparo y, cómo no, el asesinato, la desaparición impune y el mutismo institucional. El reparto se completa con Jorge Usón, Isabelle Stoffel, Carlos Martos, Javivi Gil Valle y Ricardo Moya.