Pese al éxito que obtuvo el estreno de Luisa Miller en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1849 y a las numerosas representaciones que se hicieron posteriormente, esta ópera de Verdi, la 14 de su catálogo, fue abandonando paulatinamente los escenarios, siendo postergada por otros títulos más populares del compositor. Este injusto olvido se debe a las características del libreto y de su infravalorada partitura, y también al lugar que ocupa dentro de la producción del artista: es una obra de transición entre el primer y el segundo período estilístico del compositor y, sobre todo, la suceden, en los cuatro años siguientes, la célebre trilogía verdiana: Rigoletto (1851), Il trovatore (1853) y La traviata (1853).
Con Luisa Miller, Verdi se sitúa en una encrucijada entre la utilización de los convencionalismos estructurales, estilísticos y argumentales que imperaban en la pujante creación operística italiana a mediados del siglo XIX, y la búsqueda y exploración de nuevos caminos que florecerían en obras posteriores, y que asoman sobre todo en el magnífico tercer acto de la partitura.
Tragedia burguesa
Luisa Miller es la tercera ópera de Verdi basada en obras de Friedrich von Schiller (1759-1805), después de Giovanna d’Arco e I Masnadieri. Más tarde retornaría a su admirado escritor con Don Carlo. El libreto, de Salvadore Cammarano (1801-1852), que trabajó con Verdi en cuatro óperas, privilegia el drama amoroso y social de los personajes en detrimento del ardor revolucionario y político que engarza la obra literaria original, Kabale und Liebe (Intriga y amor), apostillada por el autor como “tragedia burguesa”.
Schiller traslada la obra de la tragedia clásica a un contexto contemporáneo más cercano, donde perviven las luchas de poder y de clases, y la contraposición de los sentimientos. Escrita en el período de efervescencia de los movimientos revolucionarios que agitaron Europa en 1848, el libreto sortea la fuerte censura de entonces, pero mantiene la esencia del drama: cómo la prepotencia de los poderosos y la arbitrariedad de su conducta determina el destino de los más débiles, cuyo único y último refugio de libertad individual es la muerte voluntaria.
Si en las óperas de Verdi la figura del padre, con su pugna interior entre afecto y deber, entre honor y amor, ocupa un papel importante (reforzado, en muchos casos, por la ausencia de la madre), en Luisa Miller hay dos padres que encarnan el conflicto de poder de la trama y también la dicotomía entre los valores conservadores de la nobleza y el ansia de libre pensamiento que reivindicaba la creciente burguesía: Miller, el padre de la protagonista, viejo soldado retirado, aboga por la libre elección del cónyuge para su hija, basada en el amor, mientras que el conde de Walter y su insidioso secuaz Wurm, anteponen el poder y el linaje a cualquier otro valor, sentimiento o incluso a la vida.
Personajes complejos
Desde el punto de vista compositivo y dramatúrgico, la obra materializa también la lucha entre la subordinación de la música a la estructura de la ópera seria italiana en boga a mediados del siglo XIX y la necesidad de transcender, desde dentro, las limitaciones formales de la sucesión de arias, cabalettas o dúos, privilegiando la expresión de sentimientos más personalizados, íntimos y hondos, y la construcción de personajes más complejos. Para eso la orquesta crece en autonomía, riqueza armónica y en capacidad descriptiva y evocadora, como refleja ya su obertura, que anticipa los hallazgos del tercer acto, donde se adivina el Verdi genial de sus óperas futuras.
Después de la versión escenificada de Luisa Miller en 2005 (Jesús López-Cobos/Francesca Zambello), esta ópera vuelve ahora al Teatro Real sin el apoyo de la escena, lo que permitirá al espectador concentrarse en la riqueza musical y dramatúrgica de la partitura, como explica James Conlon en la Revista del Real: “Me encantan las versiones en concierto, y de hecho creo que a menudo transmiten los valores dramáticos esenciales incluso mejor que las producciones escenificadas. No olvidemos que el primer dramaturgo es el compositor. El genio musical y dramático de Verdi es impresionante. Las versiones en concierto permiten al público sentir el impacto del drama musical de una manera muy especial”.