Pero el pistoletazo de salida de este año tan especial ya se ha dado en Ostende, concretamente en el Mu.ZEE, museo que hasta el 14 de abril presenta la gran exposición Rose, Rose, Rose à mes yeux. James Ensor y la naturaleza muerta en Bélgica de 1830 a 1930, que muestra cómo este maestro conecta la pintura académica del siglo XIX y el arte moderno de finales del XIX y principios del XX.
El género de la naturaleza muerta desempeñó un papel fundamental en la obra de Ensor. Inicialmente formado dentro de los movimientos impresionista y simbolista, el pintor amplió gradualmente su campo de experimentación, hasta convertirse en un precursor esencial del expresionismo.
Ensor pintó decenas de bodegones a lo largo de su trayectoria. Se inició con decorativos de técnica impoluta, pero tradicionales. Sin embargo, pronto empezaría a experimentar e innovar, tanto en su forma de pintar como en lo que pintaba. Primero lo hizo «animando» los objetos de manera inquietante (por ejemplo, haciendo que los mirara una raya muerta o una concha, o añadiendo máscaras que observaban los objetos), mientras que en su obra posterior lo hizo pintando de forma onírica o fantástica (por ejemplo, con pequeñas ninfas revoloteando alrededor de un ramo de flores). Las naturalezas muertas pintadas entre 1880 y 1939 muestran su evolución estilística: de oscuras y clásicas a coloristas y expresivas, luminosas y etéreas.
Más de cuarenta obras de la importante producción de Ensor en este campo –desde los primeros ejemplos burgueses, pasando por los bodegones «encantados» de la década de 1890, hasta los oníricos del último periodo– hacen de gran eje de esta exposición que ofrece una visión de conjunto de la naturaleza muerta en la Bélgica de entre 1830 y 1930.
Al mismo tiempo, permite a los visitantes descubrir obras de autores que hicieron algo ligeramente diferente, que desafiaron al género, tanto en cuanto a forma como a contenido. Porque varios talentosos pintores del siglo buscaron cómo revivir la naturaleza muerta, que había degenerado en decorativo y carente de compromiso artístico, tanto pictórica como iconográficamente, y entre ellos destacó Ensor.
Con sus obras, Ensor ilustra simultáneamente la evolución general y su propia calidad. Porque, con razón, puede ser considerado un revolucionario, un innovador, una bisagra entre los artistas del siglo XIX y el arte moderno. Con contemporáneos como Edvard Munch, Claude Monet u Odilon Redon, pertenece al círculo de artistas de vanguardia del siglo XIX: su obra representa un momento de cambio en la historia del arte y es, por tanto, crucial para entender mejor la aparición y el desarrollo del arte moderno en el XX.
La reina de los mares volubles
Ensor vivió y trabajó toda su vida en Ostende. Pero la imagen del excéntrico ermitaño incomprendido en un frío desván es un mito. Le gustaba participar en la vida cultural y social de su ciudad y era asiduo del Cercle artistique, la Compagnie du Rat Mort, el cineclub de Henry Storck y el flamante Rotary. Por eso quien desee conocer su espíritu debe visitar Ostende, el lugar donde el mito continúa vivo, no solo en la renovada y ampliada Casa Ensor, sino también en otros lugares de la ciudad o al contemplar el mar del Norte, porque, para el artista, Ostende es «la reina de los mares volubles, de arenas suaves y cielos cargados de oro y ópalo».
Pero Ensor también sigue muy vivo en Amberes. A partir de septiembre de 2024 se mostrará su influencia en varios museos de la ciudad, poniendo de manifiesto cómo a día de hoy sigue inspirando al talento contemporáneo desde sorprendentes ángulos. Además, el mayor museo de arte de Flandes, el Museo Real de Bellas Artes de Amberes (KMSKA), posee desde los años veinte la mejor colección de Ensor del mundo, que ha ido creciendo poco a poco hasta convertirse en un conjunto de 39 pinturas y 650 dibujos. Por último, en Bruselas se celebrarán otras dos exposiciones, que mostrarán cómo esta ciudad también le sirvió de inspiración.
La muestra, comisariada por Bart Verschaffel y Sabine Taevernier, también ofrece a través de otras ciento veinte obras una visión de conjunto de la tradición decorativa académica belga del siglo XIX, desde David De Noter hasta Frans Mortelmans, con muchos pintores hoy relegados pero con gran talento y, en su tiempo, muy exitosos, como Jean Robie y Hubert Bellis.
Presta, además, especial atención a pintoras completamente olvidadas como Alice Ronner y Georgette Meunier, así como a la figura única de Henri De Braekeleer. Le sigue una selección de artistas que, ya dentro de la tradición aceptada del arte moderno, se dedicaron a la naturaleza muerta, aunque ellos mismos respetaron los usos del género, como Louis Thevenet o Albert Saverys.
Además cuenta con otros que, como Ensor, a través de su enfoque pictórico crearon imágenes muy personales y poderosas, como Léon Spilliaert, Rik Wouters, Gustave Van de Woestyne o Walter Vaes. La muestra finaliza con artistas que dinamitan el espacio de la imagen fija del «teatro de las cosas»: Jean Brusselmans, René Magritte, Marthe Donas y Frits Van den Berghe.
La exposición cuenta con préstamos de, entre otros, la Kunsthalle Mannheim, el Kunstmuseum Basel, el Museum Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, el Musée d’Orsay de París, el Museo de Bellas Artes de Gante, los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas y el Museo Real de Bellas Artes de Amberes, y de numerosas instituciones públicas y colecciones privadas de Países Bajos, Francia, Alemania, Suiza, Austria o Mónaco.
¿Quiere saber más sobre el Año Ensor en Ostende y Amberes?
El triunfo de la vida
«El bodegón es el triunfo del color y de la vida».
(James Ensor a Edgar Picard, 1906)
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«Rosa noble entre todas las Rosas, Rosa de las horas, Rosa de los vientos, Rosa altiva de los guerreros ingleses, Rosa diamantada, Rosa nostálgica de los países ardientes, Rosa lunar, Rosa capital, Rosa soñadora de las noches de verano, Rosa de los poetas, nunca dejes de ser Rosa, Rosa, Rosa a mis ojos».
(James Ensor, Discurso pronunciado en Ostende en el homenaje a Claude Bernières-Premio Verhaeren, 1923)