En la cercanía, el aspecto de estas obras resulta atrayente por la belleza de su superficie brillante que vibra en tonos que van de los verdes más puros, como color predominante, a diversos matices de azul con algunos toques de rojos dorados y amarillos en detalles puntuales de una gran efectividad. Cuando el espectador las observa con cierta perspectiva se descubren escenas de una gran crudeza por su violencia y por la degeneración de valores que simbolizan.
Fabre ha concebido estas obras como una revisión crítica del vergonzoso pasado colonial de su país, un ataque frontal a las políticas aplicadas en el Congo a finales del siglo XIX bajo el reinado de Leopoldo II –quien aparece retratado en una de las obras. Estos dos ciclos iconográficos suponen un lamento visual sobre la injusticia, la violencia sin sentido y la indiferencia culpable, que tristemente siguen estando presentes en nuestro mundo actual.
La crueldad
Los títulos dan idea de las circunstancias del Congo en aquella época: la explotación sistemática del país y sus riquezas (marfil, oro y diamantes), la brutal crueldad ejercida para esclavizar y someter a los africanos, la avaricia de los funcionarios coloniales blancos hambrientos de multiplicar su riqueza personal. La novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas es un poderoso testimonio de las actividades en Congo en torno a 1891, una alegoría de los abismos del alma que tanto fascinan a Fabre.
La exposición en la galería se acompaña de la presentación de su Diario nocturno en español, los volúmenes correspondientes a los años 1978 – 1984 y 1985 – 1991 editados para la ocasión, y se enmarca entre dos destacados acontecimientos teatrales del autor en nuestro país: el estreno de Belgian Rules en el Teatro Central de Sevilla y la representación de la performance de 24 horas Monte Olimpo en los Teatros del Canal de Madrid (12 – 13 de enero de 2018).
El Bosco como inspiración
Jan Fabre admira la superlativa imaginación y la capacidad para crear imágenes ambiguas del Bosco, de quien ha elegido El jardín de las delicias como inspiración para este Tributo, ya que el infierno que él imaginó siglos atrás desgraciadamente se convirtió en una realidad en la colonia belga. Rinde homenaje al pintor flamenco de lo siniestro a través de paralelismos entre las escenas fantásticas y terroríficas del tríptico que se conserva en el Museo del Prado y hechos reales acaecidos en el Estado Libre del Congo entre 1885 y 1908, cuando la región era propiedad privada del monarca belga. Aísla y amplía algunos de los detalles del Bosco hasta convertirlos en tema principal: figuras masculinas desnudas patinando, novicias con semblante porcino, hombres con cabeza de rana, dentro de conchas gigantes o con un huevo sobre ellos, etc. Las monstruosas combinaciones surrealistas y los perversos métodos de tortura del Bosco son adaptados por Fabre para llamar nuestra atención sobre la belleza del horror, tras la banalización del mal conviven la fascinación y el horror, la atracción y el miedo, lo sagrado y lo truculento. La exposición se completa con obras escultóricas realizadas en el mismo material, diferentes alas de escarabajos en tonos más oscuros que al cubrir las calaveras les dan un valor de reliquia o de objeto ritual.