El documental ¿Puedes oírme? (2020) de Pedro Ballesteros, que profundiza en su proceso creativo, junto con una fotografía mural de su estudio y la maqueta de Iris (2024) –una pieza encargo de Telefónica que se puede ver en la sede de la compañía– dan la bienvenida a la muestra.
Entre las primeras obras están Self-Portrait (72 kg) (1993) y los tres aguafuertes de la serie Self-Portrait I, II y III (1998), donde convierte su propia imagen física en un símbolo de identidad y presencia humana. Estas obras, junto a la serie escultórica Silence (2016), exploran la diversidad y fragilidad de la identidad a través de rostros femeninos dispuestos sobre vigas de madera, creando un diálogo sobre la individualidad y la pertenencia colectiva.
La relación entre cuerpo e identidad toma un nuevo enfoque en Love Sounds (1998), donde cinco cabinas de alabastro emiten el sonido del flujo sanguíneo del propio Plensa, invitando a experimentar la sonoridad corporal.
Esta reflexión sobre la condición humana continúa con Invisibles (2016), una instalación de tres rostros incompletos de malla de acero suspendidos, en los que la luz atraviesa la estructura y evoca la transitoriedad de la vida. A estos rostros se unen las esculturas femeninas de ojos cerrados Maria (2018) y Rui Rui’s Words (2021), con las cuales ahonda en la belleza y el mundo interior.
A principios de la década de 1980, su interés por el volumen y el espacio le llevan a explorar el trabajo del hierro, creando esculturas con cortes y dobleces. Más adelante, en 1986, suma nuevos materiales como el cristal y la resina, mientras incorpora nuevos juegos de luces y sonidos. Una de las constantes en su obra es precisamente el protagonismo de los materiales empleados y su trabajo, a los que dota de nuevos significados para convertirlos en vehículos capaces de transformar el espacio que les rodea.
Para Plensa, el material se convierte en un vehículo porque, según él, los verdaderos materiales de la escultura son las ideas. Este enfoque material y simbólico es recurrente en su obra. Un ejemplo de ello es La Neige Rouge (1991), donde el hierro se transforma en luz y energía, liberándose de toda pesadez y opacidad, para conectar directamente con el espectador.
Mensaje de esperanza
«Mi obra quiere que cada persona se refleje en ella y mire a su interior. El arte tiene que ser este catalizador que nos permita crear una seguridad en nosotros mismos y nos permita hablar de ideas, de vibraciones. Vivimos en un momento de ruido que muchas veces no nos permite esos momentos de silencio. El arte tiene que ofrecer un mensaje de esperanza y positividad, de volver a creer que el ser humano somos más que esta violencia actual».
(Jaume Plensa)
El agua, otro elemento clave en su trabajo, aparece en Freud’s Children (2001-2002), una serie de esculturas que evoca el poder sanador y el ciclo vital de este elemento. Cada una de ellas, formada por manos o rostros en contacto con el agua, simboliza la psique humana, su complejidad y vulnerabilidad.
Y junto al agua, en numerosas ocasiones el sonido. En la instalación The secret heart (2014), un corazón pintado en bronce blanco –homenaje al texto Das Geheimherz der Uhr (El corazón secreto del reloj) de Elias Canetti–, incluye un reloj de voz con las voces de hombres y mujeres de la ciudad de Augsburgo, siguiendo el paso real de los segundos, minutos y horas.
A lo largo de la exposición, el lenguaje y la comunicación también emergen como temas. En Glückauf? (2004), una serie de cortinas de letras recrea la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, envolviendo al espectador en un espacio donde el lenguaje se vuelve tangible. Otro ejemplo de su exploración sobre la palabra y el sonido es Il suono del sangue parla la stessa lingua (2004), una proyección de luz y letras de diferentes alfabetos que representa el poder de la conexión humana a través del lenguaje.
En su reciente Lilliput (2012-2020), aborda el caos y la repetición mediante figuras de letras realizadas en bronce y acero, creando una estructura en la que las palabras aún son pensamientos sin verbalizar.
Finalmente, la exposición concluye con una reflexión sobre el silencio, presente en obras como Who are You? I-VIII (2016), donde ocho figuras de bronce se cubren los sentidos en una alusión a la necesidad de introspección en el mundo contemporáneo.