Plensa nos sugiere la presencia de estas cabezas humanas, distorsionadas con la característica anamorfosis que el artista catalán aplica a sus figuras, transformando sus rostros en llamas, sus cuerpos en almas. “Son seres creados para reflejar y celebrar la inagotable diversidad de nuestras sociedades”, dice Plensa, quien plantea esta exposición cargada de sugerencias, silencios y sueños sucedidos en el mundo de lo imaginal.
[1]Sus esculturas tienen una enorme fuerza de evocación a algo superior, a lo divino, espiritual y mitológico, que transciende la fragilidad y sensibilidad de los individuos, que es en esencia, su propia belleza. De su conexión entre el mundo que le rodea y los sueños, así como a través de la distribución del espacio y luz, Plensa busca una atmósfera a través de sus obras que sugiere, según el propio autor, “no tocarlas, sino acariciarlas”.
Generar significados
La utilización de materiales como el hierro forjado, el cristal y el poliéster, así como la contraposición del rostro y la identidad, mediante razas, edades, letras y números, generan significados que acompañan al espectador en toda la exposición.
De esta forma, los rasgos más característicos de quien trata de conciliar los polos opuestos germinan en la muestra con unos intereses dirigidos hacia cuestiones relacionadas con el volumen, el espacio y la tensión. Incidiendo en la dualidad tangente e inmaterial, la selección transmite la moción personal de autor hacia la reflexión.
Jaume Plensa es Premio Nacional de Arte Plásticas 2013 y de Arte Gráfico 2012.