La Fundación Barrié [1] presenta en su sede de Vigo la primera exposición retrospectiva en España de Jessica Stockholder (Seattle, EE.UU., 1959). Paradigma de lo que se ha denominado como pintura expandida, Stockholder es una de las artistas más influyentes y valoradas de su generación.
Profesora en el Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chicago, ha sido también jefa del Departamento de Escultura de la Universidad de Yale y su trabajo forma parte de algunas de las mejores colecciones de arte contemporáneo de todo el mundo, como la del Stedelijk Museum en Ámsterdam (Holanda), el British Museum de Londres, el Whitney Museum of American Art de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Boston, el Art Institute de Chicago, la Saatchi & Saatchi Collection o la propia Colección de Pintura Contemporánea Internacional de la Fundación Barrié.
Transitar la obra
En esta exposición individual, que la Fundación Barrié organiza en colaboración con las galerías que representan a la artista –Galería Mitchell-Innes (Nueva York) y Max Estrella (Madrid)–, Stockholder presenta varios trabajos recientes pensando en el espacio de la Fundación Barrié. Como es habitual, ocupa el espacio permitiendo añadir a la experiencia de la contemplación pictórica, el elemento temporal que proporciona la posibilidad de transitar la obra. Su pintura se construye en base a objetos cotidianos, espacio y color, proponiendo la pintura como realidad, como ejemplo de expansión hacia lo escultórico y arquitectónico, aún cuando nos permite seguir hablando de pintura en términos de composición, espacio, color, ritmo, etc; todo nos remite a la tradición de la pintura salvo la superación definitiva del concepto de marco.
La exposición se acompaña de un libro donde se analiza toda la trayectoria de la artista, con especial atención en sus obras más recientes presentes en esta exposición. En la publicación, la primera monográfica sobre la artista en lengua castellana, se incluyen importantes obras de la artista desde los años ochenta, así como una selección de sus intervenciones site-specific más singulares.
Experimentar el tiempo
[2]Para David Barro, comisario de la exposición, «siempre que hablamos de Jessica Stockholder, lo hacemos de una pintura donde el tiempo se experimenta. Todo se expande a partir de un desbordamiento de lo pictórico en lo escultórico y sus posibilidades respecto a la arquitectura. Las obras de Jessica Stockholder muestran la compleja relación entre el espacio ilusionista de la pintura y la presencia física de la escultura y su trabajo se sitúa en la intersección de la pintura, la escultura, la instalación y la arquitectura, integrándose y dependiendo del lugar, entre lo ilusorio y lo material, lo social y lo doméstico, lo público y lo privado. En sus obras todo se desborda, hasta el propio margen, y la realidad de la pintura, así como la realidad pintada, insisten en el fragmento como continuidad para sumar un tiempo más, tan imaginario como aporético, tan concreto como inconmensurable».
Para Jessica Stockholder el color es lo que da entidad a la pintura. El color desempeña el papel del dibujo, de la perspectiva, de la sombra, del volumen. De ahí que para entender su trabajo haya que asumir una premisa fundamental: el color siempre está preparado para imponerse al material. Se advierte en sus piezas más íntimas, las que se desarrollan a escala humana, muy presentes en esta exposición de la Fundación Barrié, que recoge más de una decena de trabajos de estas características. Son ensamblajes de objeto encontrados, en ocasiones comprados, que acaban por borrar sus cualidades de objeto a partir de la incidencia de la luz y el color. Más allá de la pintura, se prima así lo pictórico de cada objeto y, en extensión, la capacidad pictórica del espacio arquitectónico.
Cuando la mirada se tensa
Jessica Stockholder se interesa por la abstracción de la realidad que se produce en la creación, cuando el tiempo se detiene y la mirada se tensa. Se entiende así que haya elegido algunos de sus objetos personales para componer sus trabajos. El color y la composición se asumen como lugar para la ficción, para lo ilusorio. Así, el poder material se vela, lo abstracto se funde con lo real y el color semeja despegarse para insinuarse independiente del material. Pero también se esconden pronunciamientos enfáticos de esa condición de lo real.
Con el uso de objetos domésticos y en muchos casos personales, se enfatiza la condición de lo real y se busca aproximar el trabajo a la expresión de lo cotidiano. Si en un principio fueron telas destensadas y objetos personales, pronto lo verdaderamente importante para Stockholder será escrutar las posibilidades del color y su capacidad para aprehender el espacio y reconfigurarlo. El arte deja de ofrecerse como contemplación estática para plantearse como una suerte de ciencia del comportamiento o paseo destilado como experiencia estética.
Apropiación-reutilización
[3]Esa idea de experiencia estética se encuentra muy presente en la obra que funciona como punto de partida de esta exposición, producida en 2011 para The Aldrich Contemporary Art Museum. En ella, Stockholder serigrafía unas formas y produce unos impactantes cortes en unas planchas de madera de fresno, dejando así una serie de lugares huecos. La madera procede de un árbol centenario que dominaba el jardín de esculturas del Aldrich hasta caer enfermo a causa de un escarabajo invasor procedente del continente asiático. La obra encaja con el carácter de apropiación-reutilización de objetos de la artista, al tiempo que produce un corte con su trabajo anterior al ser en este caso, y por primera vez, la naturaleza la que le sirve de materia prima. El trabajo resultante no se trata de una obra site-specific, sin embargo, su carácter de “situación” más que su condición de “instalación”, y su sentido de “recuerdo” y palimpsesto de memorias, se inserta perfectamente en la trayectoria artística de Jessica Stockholder.
Además de esta gran instalación y sus 11 piezas de objetos a escala humana, Jessica Stockholder presenta dos series (6+6) de 12 tablones serigrafiados que alinea y acumula en relación a la pared. En colaboración con Gary Lichtenstein y una serie de accionistas, Stockholder conserva los contornos naturales y defectos de la madera, que no fue tratada en las áreas no impresas, para tratar de relacionar ambas memorias “pictóricas”. Lo abstracto responde así a lo orgánico, lo que otorga un aspecto “romántico” inusual en las obras de la artista. Entre tanto, es la repetición, de las tablas, de los motivos, de los colores, lo que concede un trasfondo rítmico, pero también un sentido de escritura, de resto. La relación que se establece a partir de la paleta de color, el recurso más personal de Stockholder, y el gesto del dibujo, con la irracionalidad natural de las formas de la madera, se injerta en su sentido intuitivo, como una coreografía basada en la improvisación.