Joaquín Torres-García. ‘Estación’, 1917 (Escena callejera).

La muestra repasa algunos de los años más productivos del artista y remarca su relación con Cataluña, donde se estableció con 17 años en 1891 y vivió, con algunos paréntesis viajeros, hasta su regreso a Montevideo en 1934, así como con la Sala, que acogiera en 1897 la primera exposición en la que participó, una colectiva de artistas del Cercle Artístic de Sant Lluc. «Aquí se entrecruza la producción de Torres-García de estas cuatro décadas, clave en la comprensión de su evolución, así como en la gestación del arte constructivo», destaca Sergio Fuentes Milà, subdirector de la Sala Parés.

Joaquín Torres-García. Esbozo del fresco ‘La Cataluña eterna’ (1912) para el Saló de Sant Jordi del Palau de la Generalitat de Catalunya.

En el catálogo de la muestra, Jimena Perera Díaz, vicepresidenta de la Fundación Torres García y bisnieta del artista, recuerda que «es en Cataluña donde decide firmemente su vocación: ser pintor. Su tesón y genialidad lo llevan a ser el pintor clave del Noucentisme, movimiento artístico e intelectual del que no solo participa con su obra. También se revela como un pensador, con sus tempranos escritos y pensamientos sobre arte y ejerciendo la docencia, formando parte activa del debate artístico, intelectual y cultural de la época».

Evolución

Durante este periodo, Torres-García evoluciona de una temprana obra ecléctica en la cual combina apuntes de carácter académico con otros de influencia modernista, a la amplia producción noucentista que tiene como colofón la decoración del Saló de Sant Jordi del Palau de la Generalitat, que Torres-García realizó entre 1912 y 1917, encargo de Enric Prat de la Riba, presidente de la Mancomunitat de Catalunya.

En la muestra se pueden ver los esbozos preparatorios de tres de los frescos del Palau: La Catalunya eterna, La bòbila y La Catalunya industrial, prestados por la Generalitat, así como dibujos preparatorios de otros murales noucentistes como los de la Casa Badiella (1917) o de Mon Repòs de Tarrasa (1914).

Joaquín Torres-García. ‘Calle de Barcelona’ (1917).

En 1920, Torres García inicia un periplo por, entre otras ciudades, Nueva York, París y Madrid. Su obra se vuelve más dinámica y experimenta un cambio cromático, fruto de su vinculación con los artistas de la vanguardia y del mismo dinamismo de las urbes que visita. Este periodo culminará en el desarrollo de su principal legado para el arte del siglo XX, el constructivismo.

De esta etapa de abandono del Noucentisme y de fascinación por la ciudad moderna destacan en la exposición obras como Entoldado, Calle de Barcelona o Estación (1917). La etapa parisina está representada con obras relevantes de 1927 y de 1928 como Café de París, Bodegón o Retrat de Blasco Ibáñez. Además, se muestra una selección de sus juguetes, realizados en la carpintería de la Sociedad del Juguete Desmontable (ca.1917-1919), así como otros de su etapa americana, Aladdin Toys (ca. 1922-1925), o de París (c. 1930).


– La galería ha editado un catálogo especial de la exposición que, además de la introducción de Jimena Perera, incluye un estudio realizado por la Dra. Michela Rosso y todas las obras incluidas. Esta muestra forma parte de Memòria, una iniciativa que la Sala Parés puso en marcha en 2017, con motivo de su 140 aniversario, para poner en valor sus orígenes y los artistas históricos que han estado vinculados con ella.

– Después de finalizar el 1 de febrero de 2025, parte de la exposición será presentada en la Galería Leandro Navarro de Madrid.

Artista y galería

Joaquín Torres-García. ‘Constructivo’ (1928).

En el mes de marzo de 1897, un Joaquín Torres-García de 23 años participaba en la tercera muestra del Cercle Artístic de Sant Lluc organizada en la Sala Parés. Gracias a su participación en otras exposiciones con esta institución (1907 y 1908) y en varias colectivas como la de enero de 1902, el uruguayo estableció una relación de recurrencia con la galería barcelonesa. De entre ellas, la que el crítico Raimon Casellas tituló Joves a Can Parés, celebrada en abril de 1905, merece una mención destacada. En ella presentó una serie de pinturas que fueron definidas como composiciones de carácter simbolista inspiradas en la obra de Puvis de Chavannes. A pesar de tratarse de una colectiva, en la que expuso junto a Xavier Nogués, Marià Pidelaserra y Pere Ysern Alié, la obra de Torres-García fue la más comentada.

Joaquín Torres-Garcí. ‘Entoldado’ (1917).