Josep M. Sert (Barcelona, 1874 – 1945) fue uno de los pintores decorativos más célebres, cotizados y controvertidos de su tiempo. Al contrario que muchos de sus coetáneos, adoptó un estilo deudor de los frescos barrocos, en el que se perciben ecos de Rubens, Tiepolo, Tintoretto, Veronés, Miguel Ángel o, especialmente, Goya. Su trabajo al margen de la vocación de ruptura propia de las vanguardias le permitió renovar la pintura mural y darse a conocer con ambiciosos proyectos de decoración de edificios sacros y civiles, públicos y privados, en todo el mundo, a los que dotó de un potente carácter escenográfico. Durante la Guerra de España ayudó a salvar las obras del Museo del Prado acompañándolas durante su traslado a Ginebra y fue el encargado de inventariarlas junto a Eugenio d’Ors.
Esta exposición cuenta como comisaria invitada con Pilar Sáez Lacave, comisaria de la última exposición sobre el artista (Petit Palais, 2012 [1]). El primero de los dos conjuntos que se exhiben, Los recuerdos maravillosos (1916), fue un encargo de Saxton Noble, un magnate inglés del ferrocarril. Suspendido el encargo debido a la Gran Guerra, Sert lo acomete igualmente, lo que no solo le permite evadirse del horror de la contienda, sino que, en palabras de Sáez Lacave, “incide en la imagen de un artista cuyo arte no depende exclusivamente del encargo para existir, sino que lo necesita para concretar sus objetivos”. La obra, formada por 15 paneles pintados al óleo sobre lienzo adherido a tabla, terminó siendo instalada en el comedor de la casa de campo de Noble en Wretham Hall (Norfolk, Inglaterra).
El segundo conjunto, Evocaciones españolas (1942), es una obra monumental que pintó para la sala de música de la residencia madrileña de Juan March Ordinas. Esta serie está formada por cinco biombos compuestos por 27 paneles de cuatro metros de alto, pintados al óleo sobre tabla. Sus pinturas negras sobre fondo dorado imitan, recurriendo al trampantojo, el efecto de unos lienzos colgantes en los que se representan escenas y paisajes mediterráneos. “A lo largo de su vida, Sert pintó numerosos paneles decorativos como estos, encargos privados de adinerados mecenas de tres continentes distintos, miembros de la realeza incluidos, que estaban ansiosos por disfrutar de la experiencia de inmersión que proporcionaban estas obras ornamentales creadas a medida”, explica Anna Wieck, investigadora sobre la renovación artística española de los años veinte y treinta que participa con un texto en el catálogo de la muestra.
La museografía ha corrido a cargo de Juan Pablo Rodríguez Frade, que ha dividido la exposición en dos espacios. En la planta 0 puede visitarse, gracias a una recreación escenográfica que parece “teletransportar al espectador”, Los recuerdos maravillosos (1916). En la planta -1 recibe a los visitantes una estructura temporal que recuerda a las bambalinas teatrales, dentro de la cual puede adivinarse el lujo de la serie Evocaciones españolas. En palabras de Frade, “al utilizar estas construcciones sencillas y estos materiales humildes, se ponen en valor, casi por contraste, las obras de arte”.
Completan la exposición siete bocetos, cinco de ellos –óleo sobre papel adherido a tabla– para este útimo conjunto, lo que ha permitido presentar por primera vez al público esta serie completa con sus correspondientes trabajos preparatorios y los otros dos –lienzos pintados al óleo– para el biombo Mercado en una ciudad del Mediterráneo, ideado para la residencia de Benjamin Moore en Long Island (Nueva York).
Espectacular museografía
La vida de Sert, al igual que su obra, fue intensa y singular, marcada por una fuerte personalidad y un espíritu ambicioso lleno de contradicciones. Instalado desde muy joven en París y casado dos veces con dos mujeres tan excepcionales como él, se relacionó con muchas de las grandes personalidades artísticas, intelectuales o políticas de su época. Es un personaje excesivo y carismático, ineludible de nuestra historia social y cultural reciente.