Vanhee parte del dibujo para crear sus piezas escultóricas. En ellas hay algo que siempre invita a mirarlas y a tocarlas, dando al espectador una sensación de calidez próxima a la de los seres queridos. Y así lo muestra en The way you pronounce my name, una exposición que ‘habla’ del sitio en el que creció y su amistad con W., el niño que vivió en la puerta de al lado y lo que habían hecho juntos durante su infancia.
Entre sus amigos solían ponerse apodos, adulteraciones de sus nombres verdaderos. Pero para W. no había ningún apodo, simplemente se mantuvo quien era: W. El artista y W. pasaron tiempo juntos. Estuvieron juntos durante casi todo su tiempo fuera de la escuela y fuera de sus casas. Actuaban sin un plan y sin detenerse para reflexionar. La amistad entre ambos se hizo tiempo y espacio en sus formas más puras.
Hicieron lo que hacen los niños: seguirse uno al otro con las bicicletas, hacer cabriolas, encender fuego, subirse a los árboles, a las paredes, a los postes de luz, al techo del garaje de W. Si querían algo lo hacían ellos mismos. Esa es la libertad infantil que el artista busca en su obra. Y esto es lo que W. representa. El artista como un ser divino: sin una conciencia intrusa; espíritu y naturaleza en uno. Es a partir de esta libertad tempestuosa que se forjaron los objetos, los conjuntos y los dibujos de esta exposición.