La aventura impresionista de Darío de Regoyos está plagada de paisajes, un género menospreciado en la época en la que el artista comenzó a pintar. Regoyos se rebeló contra los academicistas dejando su taller y saliendo a la calle a pintar, algo que le permitía jugar con la luz y el color, como exigía el impresionismo.
El pintor asturiano estuvo vinculado al País Vasco durante su carrera, aunque viajó por toda Europa y vivió en Bilbao, Durango, Irún y Las Arenas, localidades que le sirvieron de inspiración para llevar a cabo su obra.
Su personalidad, intereses y evolución estética se pueden observar en una exposición que cuenta con 140 obras, entre óleos, pasteles, acuarelas, dibujos y grabados, además de documentos originales como cartas y fotografías.
Regoyos en cuatro etapas
La pintura de Regoyos se puede dividir en cuatro etapas, que se diferencian claramente en la exposición. En primer lugar, el artista cuenta con un periodo belga, que destaca por su interés en los efectos de luz, marcados en sus retratos y paisajes.
La segunda etapa es la denominada por el propio autor como la serie de La España negra y en ella se muestra el lado más sombrío de la tradición española. Los temas que se desarrollan giran alrededor de los entierros, viudas y huérfanas, creyentes que entran y salen de la iglesia. Se trata de un periodo más simbolista y filosófico.
El tercer periodo está marcado por el uso del puntillismo, una técnica que conoció a través de los pintores Seurat, Signac y Pissarro, tres amigos que marcaron su obra. Y finalmente, su etapa impresionista, una de las más conocidas y que ocupa un lugar primordial en la exposición.
Viajero incansable
Tras una formación inicial en Madrid, Regoyos se trasladó a Bruselas, donde formó parte de los grupos europeos de vanguardia L’Essor y Les XX, y mantuvo estrechas relaciones con los artistas más renovadores del momento.
A lo largo de su vida realizó numerosos viajes por España, Bélgica, Holanda, Francia e Italia en busca de motivos pictóricos. En 1885 viajó a Londres para visitar al célebre pintor James McNeill Whistler –autor de un retrato de Regoyos hoy desaparecido– con su amigo el poeta Émile Verhaeren.
Un año después recorrió con este último la geografía española, en un periplo que daría origen al libro España negra (1899). Durante este periodo Regoyos participó habitualmente en muestras colectivas en Bruselas, Amberes, Gante, Ámsterdam, París, Madrid o Barcelona. Por mediación de su amigo el pintor Camille Pissarro, en 1897 comenzó a exponer individualmente en París.
Con el cambio de siglo, se vinculó al grupo de artistas vascos –Manuel Losada, Adolfo Guiard, Francisco Iturrino, Pablo Uranga, Ignacio Zuloaga– que desde Bilbao trataba de renovar el contexto artístico local. En 1907 se desplazó con su familia a Vizcaya, y se instaló en Durango y, más tarde, en Bilbao y Las Arenas.
Fructífera coproducción
La exposición ha sido producida por el Museo de Bellas Artes de Bilbao con la colaboración del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y el Museo Carmen Thyssen de Málaga.
Los tres museos han contribuido con piezas destacadas de sus respectivas colecciones, a las que se han sumado otras instituciones relevantes, como los Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, el Musée d’Orsay, el Museu Nacional d’Art de Catalunya y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, entre otros, así como numerosas colecciones particulares.
Catálogo de excepción
Con motivo de la exposición, La Fábrica y el Museo de Bellas Artes de Bilbao han editado un volumen, que bajo el mismo título, recoge la obra y demás facetas del artista a través de 133 reproducciones en color, la biografía de Regoyos y cinco ensayos firmados por los expertos Javier Barón, Mercè Doñate y el propio comisario, Juan San Nicolás.
Darío de Regoyos (1857-1913). La aventura impresionista
La Fábrica
280 páginas
38 euros