Ana Santos Aramburo, directora de la Bliblioteca Nacional, ha presentado una muestra que «pretende mostrar una maravillosa y única colección» y que «es mucho más que una exposición: es una cadena de hechos más que extraordinarios que empezó cuando nos dimos cuenta del valor de estos documentos depositados en el archivo de Alcalá de Henares. Ahí empezó una labor de estudio y catalogación (también de restauración) en la que se han datado más de 9.000 melodías gregorianas y en la que se ha creado una aplicación para catalogarlas que ahora cualquier institución puede utilizar«.
José Carlos Gosálvez, director del Departamento de Música y Audiovisuales de la BNE y comisario de la muestra, reconoce de igual manera que con esta exposición culmina un proceso de trabajo de estudio y catalogación de tres años y que el objetivo de la misma de dar a conocer precisamente el trabajo realizado, mostrar que puede ser utilizado y que la gente pueda ver estos libros de coro en el contexto en el que fueron creados, acompañados por códices medievales con música y otros libros impresos de canto llano y polifonía de los siglos XV al XIX.
Tres años de trabajo
Para el estudio y catalogación de su colección, la BNE impulsó un convenio con la Fundación General de la Universidad de Alcalá de Henares en el que se propuso la participación de tres investigadores que trabajaron bajo la coordinación del Departamento de Música y la supervisión científica del catedrático de canto gregoriano Ismael Fernández de la Cuesta. Toda la colección está digitalizada y puede consultarse en la Biblioteca Digital Hispánica.
Para Gosálvez, precisamente el primer paso para la conservación de un patrimonio es su catalogación. «Los cantorales que tiene la BNE proceden de catedrales y conventos y monasterios desamortizados en el siglo XIX. La mayor parte provienen del centro peninsular e incluso se ha podido detectar la procedencia de alguna congregación en algunos de ellos. Contienen repertorio gregoriano que también se usaba en otros países, era convalidante, aunque con ligeras variantes locales. Es un repertorio que estuvo vivo durante muchos siglos».
En pergamino
El cantoral es un tipo de libro musical de gran formato, manuscrito y realizado en pergamino. Cada una de sus hojas era un animal completo, así que para hacer un libro de 100 hojas se debían sacrificar decenas de animales. A partir de ellos se crea un material rígido muy valioso que cuando el libro caía en desuso era reciclado. Algunos se utilizaron para hacer otros libros, e incluso para hacer lámparas.
El Gregoriano se implementó en 1085 y el formato cantoral empieza a hacerse común a finales del siglo XV. A partir de ahí se hizo el formato común durante cuatro siglos. Se utilizaban para el canto colectivo y de ahí su gran tamaño, ya que algunos libros pueden tener hasta 90 centímetros de alto. El pergamino es el único material que permitía hacer libros de ese tamaño y había que protegerlos con tablas de madera.
Estos libros de facistol dan testimonio de la tradición del canto gregoriano en España. El fondo de la Biblioteca es muy distinto a cualquier otro repertorio catedralicio o monástico ya que presenta unas características heterogéneas tanto en su procedencia como en su formato. La abundante producción de cantorales a lo largo de los siglos tiene en esta colección una representación codicológica y melódica de gran interés tanto para musicólogos y gregorianistas como para filólogos y estudiosos del libro antiguo español.
«La muestra recoge también una selección de libros de canto llamados así porque eran con los que aprendían los clérigos. También muestra la convivencia del canto llano con la polifonía (voces superpuestas), que se usaban en las mismas iglesias. La polifonía se cantaba desde diferentes puntos del coro por diferentes personas, y así existían dos grupos de cantores diferentes, uno para el canto llano y otro para la polifonía», ha apuntado Gosálvez.
Normalmente los cantorales recogen un repertorio común y conforman un conjunto, un patrimonio compartido y colectivo.
Hallazgos
Entre los hallazgos recientes fruto de este profundo estudio llevado a cabo por la BNE se encuentran dos cantorales del Convento de San Juan de los Reyes de Toledo con dos iluminaciones muy importantes que fueron realizados durante el reinado de los Reyes Católicos. También se encuentra una versión del conocido Canto de la Sibila, un canto litúrgico medieval que todavía pervive en zonas de Baleares, pero que fue muy utilizado en Castilla.
En otoño nuevas actividades acompañarán la exposición. Entre ellas, el 20 de noviembre tendrá lugar un concierto de canto gregroriano a cargo de la Schola Antiqua. Ha sido organizado en colaboración con el Centro de Documentación de Musica y Danza y el Centro Nacional para la Difusión de la Música (CNDM).
El Canto de la Sibilia
“El manuscrito recién descubierto del Canto de la Sibila apareció como cuaderno suelto dentro de un cantoral (MPCANT/ 73) probablemente del primer tercio del siglo XVI; incluye textos desconocidos en castellano y una notación musical de un canto muy similar al interpretado en la Catedral de Toledo durante los siglos XV y XVI, aunque con variantes interesantes. El Canto de la Sibila es una representación dramática de carácter litúrgico muy antigua, que aúna tradiciones paganas y cristianas, y que tuvo mucha difusión en Francia, Italia, Portugal y España; en la península tuvo especial arraigo a partir de la Baja Edad Media en la zona levantina, desde donde pasó a Castilla (también se cantaba en las catedrales de Burgos, León, Cuenca y Toledo); el Concilio de Trento lo prohibió en la segunda mitad del XVI, razón por la que desde entonces desapareció de casi todos los lugares donde se venía practicando, aunque se ha mantenido hasta la actualidad en lugares como la catedral de Palma y en otras localidades mallorquinas (en donde fue declarado en 2010 por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad) y hasta el siglo XIX también siguió cantándose en la catedral de Toledo, en la que están tratando de recuperar la costumbre en estos últimos años».
José Carlos Gosálvez