Se denominan «calles» a los ejes verticales que configuran las fachadas de las iglesias y también de los retablos, mientras que los «cuerpos» son los volúmenes que, superpuestos, configuran sus alzados. Tras sucesivas visitas al Museo Nacional de Escultura para apreciar las traseras del retablo de San Benito el Real, que Berruguete realizó en el primer tercio del siglo XVI, el escultor andaluz comenzó a trabajar en la construcción de una ficción material y espacial desde la que ocupar el espacio de la Capilla de los Condes de Fuensaldaña del Museo.
En paralelo, y fuertemente ligada a esta ficción, Castellano observa el sentido semántico de las «calles» y los «cuerpos» para explorar el modo en que se muestra, pública y colectivamente, el fervor en celebraciones tradicionales, un asunto al que se ha asomado en no pocos momentos de su carrera y con el que contribuye a apuntalar el interés del Museo por las diversas manifestaciones de «lo popular».
El otro lado
El artista defiende la «cara b» de las cosas como inspiración en su trayectoria. «Me gusta observar el otro lado, lo que va más allá de la pomposidad, lo que está fuera del foco», explica. Lo compara con el hallazgo «hace un tiempo, en una casa familiar, de una vieja ratonera. Yo veía una fantástica pieza, tallada con mimo, con un sistema de guillotinas de una precisión exquisita y, sin embargo, condenada a estar oculta».
Ese aplauso de lo oculto ha guiado la instalación que se muestra en la Capilla: «Berrugete no hubiera conseguido esa joya sin el trabajo de los artesanos que le dejaron la pieza lista para los retoques más artísticos». Ante la talla precisa, el brillo y el fulgor que muestra el anverso del retablo de Berruguete, Castellano pone en valor el trabajo aparentemente tosco que lo sustenta.
En esta misma línea, plasma en el resto de obras dispuestas en la Sala 9 y el claustro su particular mirada a las procesiones de la Semana Santa «y en todo lo que, sin ser pomposo, las hace posibles: el trabajo de quien enciende los cirios que se apagan durante el desfile, el esfuerzo de los costaleros…».
«Espero que esta instalación anime al espectador a cambiar el foco de atención y llevarlo a sitios más insospechados. De ellos también se puede aprender mucho», concluye Castellano.
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