Esta gran exposición revela la vocación moderna del fotógrafo, que desde un primer momento hizo de la fotografía un lenguaje artístico autónomo, realizado a través de la geometría, de la abstración y de las arquitecturas urbanas.
Coppola es responsable de introducir la primera mirada moderna en la historia de la fotografía argentina, lo que ya se puede ver en sus primeras fotografías de los años 20, en las que se aprecia un inconfundible recorte vanguardista, en sintonía con las corrientes de la Nueva Visión. Su paso por la Bauhaus de Berlín, dirigido por Walter Peterhans, en 1932 y 1933, consolida esta mirada y lo acerca a las vanguardias artísticas internacionales.
Fotógrafo urbano
El vínculo de la mirada moderna con la arquitectura y con la ciudad es lo que marcó la carrera de algunos maestros de la fotografía y del cine modernos: el París de Atget, Brassaï, Krull y Kertész; Berlín: Sinfonía de una gran ciudad (1927), de Walther Rutmann; la Nueva York de Stieglitz, Strand y Abbot; y finalmente, el Buenos Aires de Horacio Coppola.
La ciudad es el personaje principal de las composiciones de Coppola. Son las multitudes, las instantáneas de los cuerpos y los movimientos de los transeúntes quienes dejan un registro del tiempo a través de los signos de la moda. Es una ciudad que, fotografiada desde sus diversos grupos sociales y registros arquitectónicos, se impone en su visión de totalidad al registro individual de los que se acaban convirtiendo en sus propios personajes.
El vértigo de la ciudad moderna se desdobla en las visiones múltiples de Buenos Aires y queda registrada por la cámara de Coppola: la ciudad y los cielos construidos, los nocturnos y las multitudes, los puertos geometrizados, el artificialismo de las vitrinas, la aceleración de los medios de transporte, en fin, una ciudad fundacional que en 1936 celebró su cuatrocientos años, y que homenajeó con su extraordinario cortometraje Así nació el Obelisco.