Desde sus inicios, la Academia de España en Roma [1] ha tenido como objetivos apoyar la formación artística y respaldar la presencia de creadores españoles en la Ciudad Eterna. En este sentido, el conjunto de 113 obras seleccionadas para la ocasión, fruto de las 43 promociones de pensionados, demuestra la vasta difusión del patrimonio creado en Roma en las principales instituciones culturales españolas así como en numerosas colecciones privadas, destacando su significativa contribución a la cultura española y europea a lo largo de 150 años.
Las obras expuestas en La huella de Roma. 150 años de la Academia de España en Roma, procedentes de colecciones privadas y del archivo de la propia Academia, ofrecen un relato nuevo y alternativo, desafiando las narrativas tradicionales de la Historia del Arte.
La estructura expositiva que ha pensado su comisaria, M.ª Dolores Jiménez-Blanco, tiene como objetivo trazar una lectura sintética de siglo y medio de historia y se conforma a través de cinco grandes conceptos –Faro, Comunidad, Roma, Viaje y Taller–, que, con una mirada actual, reflexionan desde el presente y parten de un exhaustivo análisis de la historia de una institución que se proyecta al futuro.
Esta muestra ha sido organizada por Acción Cultural Española (AC/E), el Museu de Belles Arts de València y la Real Academia de España en Roma.
Pasado, presente y futuro
La selección de piezas de La huella de Roma, sólo una de las muchas posibles, suma ejemplos de las diversas facetas creativas e investigadoras presentes en el trabajo de los pensionados, y está acompañada de material documental en su mayoría procedente del archivo de la propia Academia, al que se unen conjuntos de colecciones particulares.
De todo ello resulta un relato nuevo, alternativo al tradicional, tanto de la historia de la Academia como, por extensión, del arte moderno y contemporáneo en España. En él se mezclan tiempos, generaciones y técnicas, y se combinan temas clave como la reivindicación del magnetismo de Roma, una urbe en la que conviven todas las épocas; la fascinación por el viaje a tierras lejanas, pero también el viaje interior; la evolución del territorio del arte y el pensamiento; el estímulo y el reto de la convivencia en un lugar lleno de posibilidades y, por encima de todo, la capacidad transformadora de interesantes mentes creativas que ha tenido y tiene la Academia, haciendo intuir un fascinante camino futuro.