Organizada en colaboración con Grimaldi Forum Monaco y comisariada por Martin Harrison, la exposición arroja una nueva perspectiva sobre la obra de Bacon, destacando la influencia de las culturas francesa y española en su arte a través de retratos, desnudos, paisajes, tauromaquia…
Transgresor con su vida y con su obra, Francis Bacon era un ferviente francófilo. Ávido consumidor de literatura francesa de autores como Racine, Balzac, Baudelaire y Proust y apasionado del arte de Picasso y Van Gogh, así como de los pintores que les precedieron (Degas, Manet, Gauguin, Seurat y Matisse), Bacon vivió y visitó en numerosas ocasiones Francia y el principado de Mónaco. Siendo un adolescente, descubrió cerca de Chantilly la Masacre de los inocentes (1628-1629) de Nicolas Poussin y en 1927 tuvo un encuentro revelador con la obra de Picasso, cuando visitó la exposición Cent dessins par Picasso en la galería Paul Rosenberg de París, que de hecho le llevó a la decisión de iniciar su carrera como pintor.
En 1946 dejó Londres por Mónaco, donde viviría tres años cruciales en su carrera y donde regresaría regularmente hasta 1990. Bacon siempre consideró su retrospectiva de 1971 en el museo Gran Palais de París como la cúspide de su carrera, a pesar de coincidir con uno de los momentos más trágicos de su vida, la muerte de quien fue su pareja, y de haber tenido importantes retrospectivas en Londres y otras ciudades. Además, a lo largo de su carrera el artista fue intensificando sus relaciones en la capital francesa, como atestiguan los retratos de sus amigos parisinos y el hecho de que mantuviera un estudio en Le Marais hasta 1985.
Obsesión por Velázquez
En cuanto a la influencia de la cultura española, más allá del primer contacto con la obra de Picasso de los años 20 y 30, tuvo su máxima evidencia en su obsesión por el retrato que Velázquez pintó en 1650 del Papa Inocencio X, en torno al cual llegó a realizar más de cincuenta obras. Curiosamente, Bacon nunca vio este lienzo de Velázquez que se encuentra en la Galería Doria Pamphilj de Roma, ya que cuando tuvo la posibilidad de hacerlo durante su visita a la capital italiana en 1954 prefirió seguir manteniendo en su memoria las reproducciones en vez del cuadro original.
Además de Velázquez, también le fascinaron otros clásicos de la pintura española como Zurbarán, El Greco o Goya, artista este último al que admiró ampliamente en el Museo del Prado, un museo que pidió visitar en solitario pocos años antes de su muerte, tras ver la muestra retrospectiva organizada en 1990 sobre la obra de Velázquez.
Francis Bacon falleció en una breve visita a Madrid en 1992, y a pesar de que nunca mantuvo una residencia estable en España, sí se le conocen algunas estancias largas en Málaga y visitas a Sevilla, Utrera o Madrid.