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Miradas a un paisaje inventado

Comisariada por Ana Amado y Andrés Patiño, la muestra incluye cerca de doscientas obras originales entre documentos, dibujos y planos, además de publicaciones impresas y otras tantas reproducciones fotográficas. En su recorrido se relata el proceso de creación y desarrollo de alrededor de 300 pueblos de colonización, para los que se movilizó a 60.000 familias entre las décadas de 1940 y 1960 del siglo XX, al tiempo que se complementa con las fotografías y entrevistas a colonos y especialistas, realizadas en la actualidad por los comisarios.

El INC estuvo presidido entre 1941 y 1975, en su sección de Arquitectura, por José Tamés, que instauró normas y reglas de diseño atractivas y razonables, sometidas a revisión y discusión, fundamentadas con precisión en sus elaborados informes. En el proyecto se incorporó a arquitectos jóvenes (o directamente represaliados y depurados, como Carlos Arniches) junto con técnicos que provenían de la etapa republicana, con el criterio de racionalidad en la concepción de las obras. Una racionalidad vinculada al proyecto moderno, apreciable en el cumplimiento de normas relativas a exigencias higiénicas o de habitabilidad, en tamaños mínimos, ventilación o soleamiento.

Arquitectos como José Luis Fernández del Amo, Alejandro de la Sota, José Antonio Corrales, Antonio Fernández Alba, Fernando de Terán, José Borobio, Carlos Sobrini o Santiago García Mesalles, que más tarde serían figuras clave y maestros de varias generaciones, tuvieron sus primeros encargos proyectando nuevos pueblos por toda España en una clave experimental e innovadora que fomentaba la heterogeneidad.

Aquel fue un ámbito propicio para reflexionar acerca de la identidad de la arquitectura española, en el que pronto aparecería la búsqueda de una síntesis entre la moderna racionalidad y las arquitecturas vernáculas a través del estudio de la esencia de las formas populares. La disponibilidad de algunos de estos jóvenes e inexpertos arquitectos favorecerá su inclinación a materializar con entusiasmo las iniciativas del Instituto.

Fernández del Amo

Teniendo muy presentes modelos internacionales, el INC se va a elevar de la penuria intelectual de la posguerra rodeándose de arquitectos como el ya mencionado Fernández del Amo (1914-1995), artífice mayor, y verdadero factótum del programa de colonización al oficiar como mecenas de compañeros y artistas. Él promoverá buena parte de los logros estéticos más notables del Instituto, un hecho apreciable en la concepción urbana, constructiva y arquitectónica de sus pueblos o en la promoción de la presencia, insólita en la época, del arte no figurativo en las iglesias. En los veinte años en los que trabajó en el INC (1947-1968) dejó una impronta de gran calado que constituye buena parte del legado más reconocible del organismo.

Especialmente significativa fue su contribución a la colaboración con artistas plásticos como Manuel Millares, Pablo Serrano, Juana Francés, Arcadio Blasco o José Luis Sánchez (algunos de los cuales formarían el grupo El Paso). Capítulo aparte lo constituye la importante e inusual presencia de mujeres entre estos artistas: Delhy Tejero, Teresa Eguibar, Jacqueline Canivet, Flora Macedonsky, Menchu Gal, Carmen Perujo o Isabel Villar, entre otras, produjeron numerosos trabajos para la elaboración de elementos como esculturas, objetos litúrgicos, vidrieras o cerámicas de las iglesias de estos pueblos.

El uso de la fotografía como herramienta de propaganda es bien conocido. La muestra presenta uno de estos ejemplos: la serie Spanish Village de Eugene Smith, publicada en Life en 1951, que cargaba las tintas en la pobreza y miseria del pueblo extremeño de Deleitosa, y que fue rápidamente contestada por el régimen franquista con un reportaje de un nuevo pueblo de colonización (Bernuy) como ejemplo de desarrollo en una época de interminable posguerra y aislamiento internacional.

Kindel

El tratamiento de la imagen y el conocimiento que se tuvo del programa del INC va a estar estrechamente vinculado a la presencia de un fotógrafo como Joaquín del Palacio, Kindel, que produjo las fotografías más icónicas de los pueblos, de Vegaviana al Realengo, Villalba de Calatrava, San Isidro o Esquivel. Estas imágenes quedaron, por calidad, en el recuerdo de muchas generaciones de arquitectos.

En suma, al amparo de documentos e imágenes ya clásicas, la exposición propone un acercamiento a los pueblos y a sus habitantes, los colonos, con fotografías actuales sobre diferentes temas (obras hidráulicas, arquitectura y urbanismo, arte, domesticidad y memoria o texturas materiales y territoriales). El camino de los comisarios parte de la arquitectura, los arquitectos y los pueblos, y culmina con el descubrimiento de los colonos, de su postergado reconocimiento y de su protagonismo en la vida de sus pueblos. Su presencia se ha querido destacar en la exposición y en el gran tríptico audiovisual en el que aparecen sus voces, sus rostros y sus acentos, contándonos sus labores y testimonios.

Transformación del paisaje rural

El programa desarrollado por el Instituto Nacional de Colonización (INC) constituyó la mayor operación urbanística en zonas rurales realizada en España. Movilizó a unas 60.000 familias y contribuyó decisivamente a la transformación del paisaje rural.

Pese a ello, la ingente tarea emprendida por este organismo dependiente del Ministerio de Agricultura en los años 40, 50, 60 y primera mitad de los 70 es poco conocida. Creado en 1939, va a tener por misión la de ampliar la superficie de terreno cultivable, creando regadíos en amplias zonas improductivas del territorio con el objetivo de mejorar la producción agrícola y fijar población rural, evitando el éxodo a las ciudades. Se partirá para ello de estudios previos y proyectos iniciados en la fugaz etapa republicana, como los relativos a obras hidráulicas o a la concepción y estudio de las cuencas hidrográficas como unidades de gestión.

La actividad del INC también forma parte de un proyecto inscrito en un ideal reorganizador del territorio rural a partir de principios que emanaban de una retórica de modernidad. El planeamiento urbano y arquitectónico de los nuevos pueblos –creados desde un inusual acto de voluntad– va a ser un punto fundamental del programa, teniendo en cuenta el estado del país después de la guerra y la época de transición en que se encontraba la arquitectura española, que se debatía entre la tradición academicista oficial y una expresión moderna de raíz orgánico-racionalista que pugnaba por hacerse oír.