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La máquina deseante

Los vínculos entre sus obras crean un diálogo complejo, y a menudo inesperado, en torno al deseo, lo corporal y lo lúdico, pero también lo amorfo, lo atrevido y lo perturbador. Este ‘entrelazado’ de obras se ha concebido como un organismo vivo, a gran escala, que se adueña del espectacular espacio arquitectónico del Centro en un crecimiento incontrolado, generando espacios de experiencias colectivas.

Acompañar

Para Íñigo Sáenz de Miera, director general de la Fundación Botín, Enredos «es muy importante en la historia del Programa de Artes Plásticas de la Fundación Botín y, además, tiene lugar cuando se cumplen los 30 años de sus becas. Es la primera vez que invitamos a un artista que ha sido becario a hacer con el Centro Botín lo que quiera. Y me parece muy importante que la Comisión Asesora de Artes Plásticas dé el paso de invitar en este caso a una artista becaria de la Fundación, Eva Fàbregas, a exponer con todas las de la ley y a, si se me permite, ‘jugar’ con la colección».

Sáenz de Miera considera que este proyecto «lo que hace es llevar a una nueva dimensión el tipo de acompañamiento que la Fundación brinda a los artistas becados y a una nueva dimensión la colección, porque acompañar es el verbo que nos hemos dado cuenta que tiene que estar presente en todo lo que hacemos y ésta es una nueva forma de acompañamiento mutuo».

Eva Fàbregas, en el centro, posa junto a Bárbara Rodríguez Muñoz e Íñigo Sáenz de Miera (ambos a su izquierda) y, a su derecha, Fátima Sánchez y Begoña Guerrica-Echevarria.

Eva Fàbregas, en el centro, posa junto a Bárbara Rodríguez Muñoz e Íñigo Sáenz de Miera (ambos a su izquierda) y, a su derecha, Fátima Sánchez y Begoña Guerrica-Echevarría.

Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de Exposiciones y de la Colección del Centro Botín, y comisaria de esta muestra junto a Fàbregas, destaca que «ha sido maravilloso acompañar a Eva en el proceso de dar forma a esta fantasía material y de imaginar con ella la sorprendente vitalidad e inmensidad de sus esculturas y su relación con las obras de la colección».

«Quería reunir –explica la propia Eva Fàbregas– una selección de obras que establecieran un diálogo complejo, a menudo inesperado, y que no responde a cuestiones de influencia, generación o canon. Y así comencé a imaginar la exposición como un organismo vivo y a gran escala que obedece a su propia lógica libidinosa, una máquina deseante».

Esta muestra va acompañada de un catálogo, coeditado por Mousse Publishing, que cuenta con textos de Chus Martínez y de Daisy Lafarge, así como una entrevista realizada a Fàbregas por Rodríguez Muñoz.

La obra de Eva Fàbregas (Barcelona 1985) gira en torno al deseo y la abstracción, lo somático y lo táctil, invitando al espectador a sentir que otros cuerpos y otras formas de cuidado son posibles. Su práctica artística aborda la posibilidad de intimidad física, de vínculo afectivo, de ternura y de distintas formas de experimentación con y a través de los objetos.

Además de esta exposición, la artista presenta hasta el 14 de enero de 2024 en la Hamburger Bahnhof de Berlín Devouring Lover [1], una monumental instalación site-specific en la que sus esculturas biomorfas transforman la arquitectura del museo, caracterizada por sus vigas de hierro, en un espacio de crecimiento orgánico.

Enredo simbiótico

En las esculturas de Fàbregas el aire se convierte en un material tangible que crea volúmenes, formas y escalas capaces de alterar la percepción de nosotros mismos y del espacio en el que nos encontramos. Estos volúmenes biomórficos y enmarañados aluden a procesos y ritmos biológicos relacionados con la digestión, la gestación o la metamorfosis. De esta forma generan una duplicidad de emociones (de amenaza o cuidados, de inocencia o perversión) al tiempo que invitan al visitante a relacionarse somáticamente con el arte y la experiencia estética de una manera sensorial –a sentir su textura, su temperatura, su ritmo…– y a ejercitar su imaginación hasta acostumbrarse a su presencia.

Concebida para esta exposición y producida con la colaboración del MACBA, en la muestra sorprende especialmente Oozing (rezumamiento), una acumulación de esculturas hinchables ante la que el visitante se vuelve minúsculo. Parece que esté siendo testigo de un incontrolable crecimiento orgánico, un enredo simbiótico entre obras-cuerpos, formas, materiales y colores que provienen de mundos desconocidos, que pueden llevar a paisajes fantásticos y de ciencia ficción, y que recuerdan a los órganos internos. Oozing se puede acariciar (eso sí, con cuidado), sincronizar nuestra respiración con la suya, sentir su piel como extensión de la nuestra en un ejercicio de comunión tan bello como extraño.