La exposición se propone redescubrir el “período Olga”, con obras maestras como Retrato de Olga en un sillón, Olga pensativa, La crucifixión y los retratos de Paulo –hijo de la pareja– como Arlequín y Pierrot. Además del recorrido puramente artístico, narra también el periplo vital de la pareja, con aspectos desconocidos hasta ahora como la dramática historia familiar de Olga.
La muestra –que surge de las cartas y fotografías encontradas en el baúl de viaje de la abuela de Bernard Ruiz-Picasso– aborda los años que compartieron como pareja, poniendo en perspectiva la realización de algunas de las grandes obras de Picasso, y reconstruyendo esta producción en el marco de una historia personal que transcurre paralela a otra historia política y social.
Hija de un coronel zarista, Olga Khokhlova se incorporó en 1911 a los Ballets Rusos, la compañía de danza que triunfó en la Europa de principios del siglo XX bajo la dirección de Diághilev. Conoció al malagueño en Roma en la primavera de 1917, cuando el artista realizaba los decorados y el vestuario de Parade. Contrajeron matrimonio en París el 12 de julio de 1918 y en febrero de 1921 nació su primero y único hijo, Paulo. La pareja se separó en 1935, aunque continuaron formalmente casados hasta la muerte de ella en Cannes.
El baúl
Su baúl de viaje –que su hijo heredó y que actualmente es propiedad de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA)– custodiaba sobres de Kodak repletos de fotografías que contaban la historia de sus abuelos, de su vida en común, de sus viajes, de los talleres de Picasso… Otros compartimentos preservaron cientos de cartas en francés y en ruso, atadas con pequeños lazos de seda rosa o azul.
La maleta de Olga, grabada con sus iniciales, salvaguardaba también sus atuendos de danza: zapatillas, tutús, programas de ballet…y otros objetos más personales, como un crucifijo o una biblia ortodoxa. El contenido de aquella valija, el único bien personal que conservó tras su separación, ha permitido contextualizar algunos aspectos del trabajo de Picasso durante su vida con Olga.
Desde su primer encuentro, Olga se convirtió en la modelo del artista y en la figura femenina más representada por el pintor desde finales de los años 1910, ocupando un lugar destacado a principios de los años 1920. Los numerosos retratos de corte clásico que Picasso realizó de su esposa muestran su belleza de manera melancólica y pensativa en unos años en los que su familia, a la que vio por última vez en 1915, vivía la revolución de febrero, la abdicación del zar, la revolución bolchevique y la guerra civil.
Olga aparece primero bajo una línea fina y elegante, marcada por la influencia de Ingres. Sinónimo de un cierto retorno a la figuración, Picasso la representa a menudo sentada, en un ambiente doméstico, leyendo o escribiendo, alusión, sin duda, a la correspondencia que ésta mantiene con su familia, gravemente afectada por las circunstancias que asolan Rusia.
Mientras tanto, la joven pareja ascendía socialmente al mismo ritmo que aumentaba el reconocimiento de la obra del artista. Nuevos amigos se incorporaron al círculo social del matrimonio, que acudía a recepciones, pasaba temporadas en la Costa Azul y aumentaba su tren de vida, su patrimonio y también su familia, con el nacimiento de Paulo el 4 de febrero de 1921.
Maternidad
Olga inspiró numerosas escenas de maternidad, plasmadas con una ternura y serenidad desconocidas en la obra del malagueño, quien retomaba de nuevo su interés por la Antigüedad y el Renacimiento.
Paulo, que era objeto de todas las atenciones de una madre afligida por las noticias que le llegaban de su país natal, era también orgullo de su padre, quien –de nuevo interesado por el circo como tema e inspirado por los juegos de la infancia– realiza de él varios retratos.
En esta exposición también pueden contemplarse películas inéditas de la vida privada de la pareja, que ellos mismos filmaban en su piso en la calle La Boétie, de vacaciones en Dinard, Cannes y Juan-les-Pins o en Boisgeloup y que revelan otra faceta de Olga: una mujer en movimiento, sonriente y que busca seducir a la cámara.
Su figura se irá metamorfoseando a partir de 1924 –durante la convulsa Europa de entreguerras en la que nace el movimiento surrealista, aparece el psicoanálisis freudiano y se despierta el interés por el arte africano– conforme se va deteriorando el vínculo entre ellos, aunque siguió impregnando la obra de Picasso hasta su separación e incluso más tarde.
La crisis
El encuentro del artista con Marie-Thérèse Walter en 1927 acentúa la crisis del matrimonio que finalmente se separa en 1935. Picasso empieza a representar a Olga de modo inquietante, deformado y hasta brutal, con una violencia que expresa tanto la cólera de los celos como el sufrimiento del artista, mientras que la nueva musa se revela en su obra con toda la energía de la juventud y el erotismo que inspiraban al artista.
Dividido entre su deber hacia Olga como esposo y padre de Paulo, y su pasión por Walter (que en 1935 dio a luz a Maya), plasmará su historia personal inspirado por la mitología. Cuando a principios de los años 1930 Picasso se identifica y representa como un minotauro, monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro, simboliza la complejidad y la ambivalencia de las relaciones que mantenía con las mujeres.
Crucifixiones y corridas de toros, temáticas recurrentes en su obra a principios de esa década, estuvieron íntimamente ligadas a la dolorosa experiencia de su vida conyugal. La corrida refleja la violencia del combate, en ocasiones reducida a la lucha entre el toro y el caballo, y podría interpretarse como la lucha entre lo masculino y lo femenino.
Soledad y dolor
Tras su separación definitiva, la presencia de Olga se diluye y es ocupada por otras modelos (Marie-Thérèse Walter, Dora Maar y Françoise Gilot); durante unos años en los que la soledad y el dolor derrotaron el ánimo de aquella bailarina que continuó remitiendo cartas al que, ante ella y ante la ley, seguiría siendo su marido hasta su fallecimiento en 1955.
Cuenta Bernard Ruiz-Picasso que su abuela (que falleció antes de su nacimiento) era para él “misteriosa” ya que solamente se hablaba de ella en contadas ocasiones. Un retrato de Olga, dibujado por Picasso, presidía el salón del apartamento parisino de su infancia en donde, en ocasiones, su padre Paulo realizaba ante él algunos de los pasos de ballet que le había enseñado su madre.
Conocer más sobre su abuela le animó a traducir las más de seiscientas cartas redactadas en ruso que Olga recibió de su familia entre 1919 y 1933. Misivas que han permitido desgranar el destino trágico y lejano de sus padres, hermanos y parientes, mientras ella disfrutaba de una vida confortable en París junto a Picasso.
Proyecto itinerante
Olga Picasso ofrece una nueva lectura acerca del papel que esta mujer jugó tanto en la vida del artista, como en la historia del arte. La exposición ha sido organizada por el Musée national Picasso-Paris en colaboración con la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el arte. Antes de pasar por el Museo Picasso Málaga y ahora Madrid se mostró en el Museé national Picasso-Paris del 21 de marzo al 3 de septiembre de 2017; y en el Museo Pushkin de Moscú del 19 noviembre 2018 al 4 febrero 2019.
La muestra ha sido co-comisariada por Émilia Philippot, conservadora del Musée national Picasso-Paris; Joachim Pissarro, profesor de Historia del Arte y director del Hunter College Art Gallery (Nueva York); y Bernard Ruiz-Picasso, co-presidente de la FABA y presidente del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso Málaga.