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La naturaleza de Miquel Barceló

El estudio, la experimentación y la innovación han sido esenciales en la obra de Barceló [1] (Felanitx, Mallorca, 1957). Gesto de la naturaleza está compuesta por tres series: la obra gráfica de los años 90, la serie In Mali y Lanzarote; las tres realizadas sobre papel, un material modesto pero con calidad y fuerza suficientes como lo esencial y lo orgánico.

Primitivismo

Comisariada por Antonella Montinaro, en la muestra se observa a un Barceló con pensamientos profundos y depurados, cargados de energía y generando preguntas y sugerencias. Como el artista dijo una vez en una entrevista, “pintamos porque la vida no basta”, una afirmación que se demuestra en esta exposición, donde se recoge un fragmento de su arte y, en definitiva, de su vida.

Esta relación biográfica con su obra se recoge en la serie Lanzarote, realizada a comienzos de este siglo, donde aparece el primitivismo influido por sus largas y repetidas estancias en África, donde obligado a volver a los orígenes, crea una pintura profundamente espiritual. Esta serie tiene gran variedad de temas y formas, se observan coincidencias en los rasgos formales, como por ejemplo la reiteración en la representación de animales como la cabra.

Además, también aparecen bodegones. En sus naturalezas muertas intenta remover la tradición pero sin espíritu destructivo. Plantea estas piezas como elementos de un gran ballet, formas que danzan no sólo en la mesas sino en la obra. Pero no sólo le van a interesar los elementos naturales y animales, para Barceló el pintar es una necesidad vital más, como el sexo, asimismo crea las obras Pornográficas, en las que el último elemento existente en ellas es el acto sexual, ya que primero muestra la interactividad de los cuerpos humanos, creando nuevamente una coreografía de ritmos internos.

Animales y naturalezas muertas

En 1991 realizó una serie para el Museo del Prado, titulada Acróstico de Cabras y de burros. En estas cuatro obras, pintadas a modo de díptico, Barceló aúna los conceptos desarrollados en la serie Lanzarote, tanto en la representación del animal como en las de las naturalezas muertas. En ellas representa la vida y la muerte, el cambio y la corrupción, diseccionando los elementos, reduciéndolas a meros trazos formales.

Debido a su espíritu mediterráneo, Barceló va a pintar también el mar. En esta exposición se recogen dos obras con este tema, ambas realizadas con el mismo poder de sus primeros cuadros, pero con la fuerza inquebrantable del negro.

La última serie de la exposición es la realizada en París en la década de los 90. En ella se observa un grafismo muy intenso. En la obra Calamar sigue insistiendo en la caducidad de todos los elementos, en un animal marino o en un toro de lidia. Barceló pintará el toro dentro de un todo concéntrico que es la plaza, pero aquí no está pintada como un elemento más del folclore español, sino como una pieza colocada en la delgada línea que divide la vida y la muerte.