Los materiales mismos con los que todo pintor trabaja, soportes, vasos, reglas, compases, lápices, pinceles y brochas, le permiten reflexionar sobre el hecho de la práctica de la pintura, las cualidades y circunstancias de los distintos modos de entender la representación y la imagen, así como el lugar del artista a través de dichos dispositivos y en el ámbito social.
El artista malagueño aborda la contemplación artística desde varios ángulos, completando lo que podría denominarse como un ciclo de la creación. Así, parte de una serie de paisajes evocadores donde nace el génesis más natural de la inspiración y se traslada al estudio del artista, donde este perfila y pule su trabajo. Pero Albacete va más allá y retrata incluso una serie de conferencias de arte en la que la obra creada es analizada frente a un público, dando lugar a una metaobra apoyada en el discurso que surge después de la pintura. Una reflexión dentro de una reflexión.
A la hora de acercarse al paisaje natural, especialmente el huerto, Albacete establece un juego de planos, mostrando desde la mesa con los útiles hasta el cuadro que el pintor está realizando, así como un autorretrato del pintor en un huerto. Una serie de lienzos a modo de cajas chinas que muestran a través de diferentes ventanas y niveles una composición poliédrica del entorno en el que nace la inspiración del artista.