La muestra, que establece un salto temporal de casi tres siglos entre fotografía y pintura, recoge obras que tienen como denominador común su carácter de naturalezas muertas. Estas pertenecen a tres de los estadios de la vida de ese género artístico: su nacimiento entre los pintores flamencos del siglo XVII europeo y su extensión a otros países como Italia o España; su presencia como uno de los motivos preferentes del pictorialismo y de los protagonistas de los inicios de la fotografía; y, por último, el de su metamorfoseada y variada presencia en las vanguardias fotográficas de entre las décadas 20 a 50 del siglo pasado.
Por otro lado, las fotografías seleccionadas, de grandes figuras de la historia de la fotografía o de fotógrafos anónimos o documentalistas, admiten su pertenencia a casi las mismas agrupaciones en series que se observan en la pintura de género: los centros de flores perviven, por ejemplo, en el pictorialismo del Barón de Meyer (1908), y las composiciones de objetos en mesas son un motivo preferente en la historia de la fotografía (aunque, obviamente, con la novedad de incluir objetos aún no inventados en el siglo XVII) o ser el resultado de procesos de abstracción y concreción mediante el primer plano o el zoom.
Las escenificaciones con animales muertos son, unas veces, literales, como en el caso de Camille Silvy, Bodegón de caza con The Times (1859); otras aprovechan las nuevas técnicas o son literalmente naturalezas muertas en el sentido de vidas interrumpidas, como en las impresionantes composiciones a partir de despieces de abattoirs parisinos de Madame d’Ora.
Motivos florales
La selección de obras muestra lo numerosos que son los motivos florales en la fotografía pictorialista, y también en las vanguardias, como sucede con Sudek (1940-54) o Marianne Brandt. También la fotografía del surrealismo y su influencia se prodigará en las mesas con arreglos de objetos, sólo que con escenificaciones plenamente fantásticas o jugando con conjunciones disyuntivas.
Por último llama la atención hasta qué punto están unidas realidades tan distintas como la vanguardia experimental del siglo XX y un género pictórico cuatro siglos más antiguo: las «fotografías sin cámara» de la experimentación vanguardista que comienza con László Moholy-Nagy, también representada en la exposición por el fotograma de Man Ray y por una de las raras schadografías de Christian Schad.
Como en la fotografía anónima de los años 30 de la Agencia Weltbild significativamente titulada Bodegón con brazos y piernas esperando a sus cuerpos (1930), en ocasiones las imágenes de la historia parecen complacerse en establecer sintonías tan razonables como sorprendentes.
Naturaleza muerta o bodegón
La rara expresión ‘naturaleza muerta’, en español también ‘bodegón’, proviene de la confusa traducción francesa y española del original flamenco ‘stilleven’, que más bien habría que traducir por ‘vida en calma’, ‘vida quieta’ o ‘vida inmóvil’. Esta denominación se empezó a aplicar en el siglo XVII a un tipo de pintura, nacida en Holanda y Flandes, que representaba lo que genéricamente podría ser designado con la palabra ‘cosas’.
Sobre las mesas se organizaban objetos de todo tipo, a menudo alimentos, pero también enseres, objetos decorativos, copas, vasos, centros o arreglos florales, jarros, cuencos compuestos…, en artístico desorden, junto a frutas, hortalizas o dulces, en los que no faltan a veces incluso insectos y pequeños animales, vivos o recién cazados y muertos.
Desde su invención, la fotografía, el nuevo «pincel de la naturaleza», como la llamó William Henry Fox Talbot, no sólo no sustituyó a la pintura, sino que desde entonces la acompaña en su papel de imitadora del espacio real o imaginado; con frecuencia, incluso copiando los géneros pictóricos.