El fauvismo fue la primera gran vanguardia artística del siglo XX, un movimiento polémico y exuberante, basado en la exaltación de los tonos puros que situó la independencia del color en el centro del debate artístico.
Como explica su comisaria, María Teresa Ocaña, «los fauves, liderados por Henri Matisse, André Derain y Maurice de Vlaminck, removieron los fundamentos del arte de su tiempo con su innovador tratamiento del color, la factura enérgica y la libertad de ejecución. Fueron decididos defensores de la autonomía individual y de la capacidad de la pintura en sí misma como medio de expresión».
El fauvismo es sinónimo de libertad, de fuerza, de transgresión. En la pintura fue el estandarte de la revolución del color, de la ausencia de la perspectiva y del desapego a la tradición. La intensidad y la vitalidad arrolladora de un grupo de jóvenes artistas formados en distintos talleres modificaron el curso del arte en la primera década del siglo XX.
«Estos defensores a ultranza del color exacerbado y de la ejecución de la obra a través de la percepción individual desarrollaron varios temas con especial dedicación, como los retratos entre los miembros del grupo, los paisajes lumínicos, la atmósfera del mediterráneo francés, los espacios intimistas y la sórdida atmósfera nocturna», añade Ocaña.
Pablo Jiménez Burillo, director del área de Cultura de Fundación MAPFRE, destaca que esta gran exposición ha sido posible gracias al apoyo de los más de 80 prestadores que han cedido algunas de sus obras más importantes. Entre éstos destacan la TATE Gallery, el Centre Pompidou, el Musée d’art moderne de la Ville de Paris, la Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf, el Milwaukee Art Museum o el Statens Museum de Dinamarca. Además, añade, «hay que destacar la generosidad de más de 30 coleccionistas particulares que han accedido a prestar obras más desconocidas por el público pero de una calidad extraordinaria, que convierten a esta exposición en una oportunidad única para apreciarlas».
En 1905, explica Jiménez Burillo, las obras de aquel grupo de artistas fueron expuestas en el Salón de Otoño, causando tal revuelo entre el público y la crítica que fueron bautizados como “fieras” –fauves en francés–. Su desarrollo fue tan brillante como intenso pues tuvo una vida de apenas dos años, pero su impacto fue extraordinario, sentando las bases para otros movimientos de vanguardia como el expresionismo y el cubismo.
Pese a la importancia que ha tenido en la historia del arte moderno, el fauvismo ha sido un movimiento que ha pasado casi desapercibido en España, siendo esta la primera gran exposición que lo aborda en su conjunto y en profundidad en los últimos 15 años.
La muestra traza un recorrido desde sus inicios en el taller de Gustave Moreau hasta la desintegración del grupo a finales de 1907, e incluye obras de todos los artistas que formaron el grupo: Henri Matisse, André Derain, Maurice de Vlaminck, Albert Marquet, Henri Manguin, Charles Camoin, Jean Puy, Raoul Dufy, Othon Friesz, Georges Braque, Georges Rouault y Kees van Dongen, haciendo hincapié en las relaciones artísticas y personales entre ellos.
Cinco secciones
Los fauves. La pasión por el color pivota en torno a cinco secciones ordenadas cronológicamente que presentan la evolución estilística tan intensa que estos artistas desarrollaron en apenas dos años. Además se incluyen dos pequeñas secciones dedicadas al dibujo y a la cerámica, disciplinas que ayudan a apreciar la versatilidad y la creatividad que caracterizó a estos jóvenes y audaces pintores.
La primera, El fauvismo antes del fauvismo, está dedicada a los primeros experimentos pictóricos llevados a cabo por los artistas que formarían el grupo durante sus años de formación, donde se puede apreciar la influencia que la pintura de Van Gogh, Gauguin y Cézanne ejerció sobre ellos.
En Los fauves se retratan se manifiesta la estrecha amistad que unió a los integrantes de este grupo y que fue clave en la formación y desarrollo del movimiento. Entre ellos destaca la pareja de retratos realizados por Matisse y Derain durante el verano que pasaron juntos en Collioure.
En la tercera sección de la muestra, Acróbatas de la luz, se puede observar la incidencia de la luz del Mediterráneo en el tratamiento del color de los fauves, que aumentaron intensamente el tono de sus paletas a partir de sus estancias en la Costa Azul, creando las pinturas que causaron sensación en el Salón de Otoño de 1905.
La fiereza del color incluye obras que los fauves realizaron a partir del éxito del Salón, que consolidó su identidad como grupo y les impulsó a continuar sus investigaciones pictóricas. Destacan las vistas de Londres de Derain, así como la incorporación al grupo de los artistas de Le Havre, Raoul Dufy, Georges Braque y Othon Friesz, que renovaron de forma brillante el movimiento.
La quinta y última sección, Senderos que se bifurcan, presenta los distintos caminos que tomaron los fauves a partir de 1907. La influencia de Cézanne se tradujo en una serie de pinturas de bañistas y de paisajes geometrizantes que preludian el cubismo, mientras que las mujeres descarnadas de Van Dongen, Rouault y Vlaminck anticipan el expresionismo.