Tras su presentación en Metz, la exposición llega ahora al MARCO en lo que sería un segundo capítulo o versión de esta muestra, adaptada a los espacios de la primera planta del Museo y con variantes en el formato y modo de exhibición de algunas de las piezas, obra de los artistas Lara Almarcegui, Helena Almeida, Kader Attia, Jeremy Deller, Marta Fernández Calvo, Dora García, Jiří Kovanda, Amalia Pica, Rita Ponce de León, Alex Reynolds y Cecilia Vicuña.
La timidez de la copa de los árboles es un fenómeno botánico mediante el cual cada árbol define un límite en su crecimiento, facilitando una coexistencia en el dosel forestal más allá de la competencia entre especies. Tomando como punto de partida este hecho científico y sus connotaciones, el proyecto plantea una reflexión sobre nuestra sociedad contemporánea, reuniendo en un mismo espacio obras de 11 artistas de distintas procedencias y en diversos formatos –vídeo, instalación, fotografía, performance, proyección, que en algunos casos funcionan como documentación y registro de acciones realizadas– en torno a este hilo conductor.
Como explica Beatriz Alonso, la observación poética de este fenómeno, además de cuestionar algunas lecturas hegemónicas alrededor de la naturaleza en las que prevalece la lucha por la supervivencia del más fuerte, pone en duda cualquier justificación de la competitividad salvaje. «Bien al contrario, esta inteligencia colectiva, este cuidado por el conjunto, nos ofrece un diálogo con nuestra contemporaneidad y la urgencia de reaccionar como sociedad hacia la creación de un ecosistema donde las relaciones, los encuentros y los intercambios puedan darse aún a partir de sinergias».
Tomando como punto de partida el potencial de la metáfora, esta exposición reúne prácticas artísticas que promueven o visibilizan nuevos escenarios heterogéneos para vivir juntos y aprender los unos de los otros desde la alteridad y la diferencia. «Se trata –destaca la comisairia– de repensar qué puede significar e implicar una comunidad a día de hoy a través de obras que contribuyen a una comprensión más amplia del término, sin negar la existencia de conflictos, la inestabilidad o la fragilidad. Proponemos encontrar posibilidades en medio de las complejidades y contradicciones contemporáneas que nos permitan cohabitar y generar vínculos más sutiles y flexibles con el otro; compartir debilidades para hacernos más fuertes. Para ello, se propone un acercamiento a la naturaleza más abierto y distorsionado, poniendo en valor metodologías de investigación y aprendizaje intuitivas y poéticas».
Las piezas expuestas en el Museo de Arte Contemporánea de Vigo invitan a sentir al otro, a tomar consciencia del propio cuerpo con relación al de los demás en un espacio-tiempo concreto no ajeno a las vicisitudes propias de las relaciones humanas. El conjunto da forma a una escultura social que apela a ese sentimiento que se da en las calles y plazas durante las movilizaciones ciudadanas, donde la comunicación con el otro trasciende las barreras verbales en favor del poder de los cuerpos en conjunción. Árboles e individuos que emergen, que ponen el cuerpo cotidianamente, aunque no siempre resulte visible. «El reto ahora reside en soñar y construir colectivamente espacios reales para la crítica, el deseo y la transformación que se conformen desde lo que nos acerca y lo que nos aleja. ¿Por qué no activar una imaginación radical, o hacer uso de una fábula, si eso nos lleva a lograr nuestros fines?», se pregunta Beatriz Alonso.