A lo largo de su vida, el artista uruguayo residió en numerosos lugares, como Barcelona, Nueva York, Italia, la Costa Azul francesa, París, Madrid y Montevideo, y fruto de ello es su constante evolución estilística.
Su larga trayectoria ha dado lugar a numerosas fases, muchas veces contradictorias. Formado en la Barcelona de fines del XIX junto a Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Isidre Nonell, Picasso y Joaquín Mir, optó en un principio por un arte inspiración clásica de corte greco-romano muy ligado a los movimientos nacionalistas catalanes, para luego decantarse a partir de 1916 por la vanguardia, donde parte del cubismo, del futurismo e, incluso en Nueva York, el dadaísmo.
[1]Evoluciona en París en 1927 hacia el expresionismo, primitivismo y, finalmente, a partir de la década de los 30 se decanta por una versión muy personal del constructivismo geométrico, estilo que a su vuelta a Montevideo en 1934 tuvo gran trascendencia en la creación de un lenguaje plástico propio en Latinoamérica y que posteriormente se convirtió en el punto de partida de toda la rica e importante tradición geométrica y cinética de la región.
Detrás de todos estos cambios de estilos se encuentra una gran personalidad que con su visión trascendental de la vida da sentido, unidad y coherencia a toda su trayectoria artística, y al mismo tiempo le hace diferente de todos los artistas de su generación.