La exposición reúne en el sótano del CGAC más de cien obras de la artista creadas entre 1992 y 2013, alguna de ellas nunca expuesta antes, con actualizaciones de algunas piezas. Incluye una instalación sobre territorios de la infancia adaptada y producida específicamente para la muestra, así como vídeos, dibujos, collages, objetos, bordados y materiales que favorecen la intervención emocional del visitante, completadas con un catálogo.
En conjunto se trata de una muestra que articula una hábil sucesión de territorios dirigidos a experiencias que exploran nuestro modo de percibir y actuar frente el arte y la vida, configurando eslabones entre el ejercicio artístico y la rutina de lo cotidiano, implicando activamente al visitante a través de textos irónicos, imágenes mordaces y metáforas visuales que se establecen en las salas del CGAC y más allá de ellas, con la vocación de introducir al público en las zonas más complejas de la conducta humana.
Matesanz se enfrenta a los condicionantes sociales, artísticos y culturales que fundamentalmente acaban por afectar a la mujer y a su representación, temática que aborda de una forma radicalmente singular, unas veces desde la disidencia y otras desde la ironía, desvelando como las etiquetas se construyen a través del lenguaje y de la representación. Es también el caso de otras realidades como la infancia, la violencia, la enfermedad o la sexualidad, que acomete desde la experimentación.
Cuatro espacios
Para la exposición se han concebido cuatro espacios metafóricos que reflejan cuestiones fundamentales en las que la artista ha trabajado en esta primera parte de su trayectoria, como la risa, la violencia, la aversión y la contemplación. Presentando en cada sección una serie de obras clave de su producción, contextualizadas en los ámbitos de lo pictórico, de la instalación, de la escultura, la costura y la cerámica. Territorios diferenciados a modo de encuentros, de formas e ideas que adquieren propiedades permeables, contaminadas en sus contornos. Escenarios vividos desde la risa, el dolor, el asco y la distancia contemplativa, en fin, sostenidos de una observación.