En este caso, la artista nos presenta un tema tabú que la sociedad trata de ignorar, el “error” que la naturaleza a veces comete al dotar en un momento dado a ciertas mujeres de un vello facial abundante. Recordemos la famosa pintura de José de Ribera, en el Museo del Prado, La mujer barbuda (1631), en la que Magdalena Ventura amamanta a su tercer hijo en presencia de su marido.
Las mujeres con barba son rechazadas, asustan porque lo diferente siempre ha sido combatido por una parte de la sociedad que teme la diversidad. ¿Por qué la artista ha escogido este tema? En el siguiente texto nos da las claves:
“El vello facial es uno de los caracteres sexuales secundarios, y las mujeres barbudas, con sus características fenotípicas inesperadas que complican el rigor de las clasificaciones anatómicas, nos sitúan ante un panorama estimulante.
Las representaciones de mujeres barbudas pueden ser intentos naturalistas de corte científico de representar errores o singularidades de la naturaleza, o tener pretensiones simbólicas moralizantes contra el deslizamiento de género o las conductas sexuales inapropiadas, o apelar a una lujuria asociada a los irrefrenables instintos de una mujer-bestia a medio camino entre lo animal y lo humano, o plantear desafíos tipo drag king a la programaciones de género y las certezas identitarias.
Esta última opción, se trate de biología o de disfraces, es la que esta exposición plantea. Porque las monstruas hirsutas, contaminadas de otredad, amplían nuestros horizontes respecto a la rigidez de la dicotomía masculino/femenino, por extensión cuestionan la firme imposición social a que escojamos una sola y prefijada identidad (de género, sexual) para toda la vida.
Siete mujeres barbudas dibujan con pelo en su rostro y cuerpo sus circunstancias o deseos. Líneas fractales, manchas del test de Rorschach, un bordado de flores, dibujos celtas tipo tattoo, palabras que definen lo monstruoso pero también lo maravilloso y admirable, pestañas y cejas que enmarcan la mirada, o unas manos acariciantes, crecen en mujeres que nos miran serenas, conscientes de que son extraordinarias.
En la otra serie de la exposición, el rostro de tres mujeres es definido tan solo por ese vello facial que dibuja sus ojos y bocas, como si el cabello, que tanto se asocia a la belleza femenina, fuese su único atributo. Podrían parecer ciegas y mudas, pero de esos orificios surgen mechones vitales y elocuentes”.