La Galería Elvira González presenta Elogio a la Sombra, la cuarta exposición que le dedica a Robert Mapplethorpe. Para la ocasión, y con la colaboración de The Robert Mapplethorpe Foundation, se han seleccionado fotografías de diversas temáticas -retratos, flores y desnudos- que giran en torno al deliberado juego de luz y sombra.
La selección muestra una visión de la práctica distintiva del artista: en lugar de centrarse en el testimonio de un momento o de un tema concreto, Mapplethorpe explora formas y composiciones a través del uso de la luz y la sombra que ponen de manifiesto su notable dominio técnico y formal.
Comisariada por Isabel Mignoni, la muestra reúne más de treinta fotografías, en su mayoría realizadas en Nueva York y fechadas en la década de 1977 a 1987. Obras que invitan a recorrer un inexplorado terreno invadido por una idílica y enigmática atmósfera en blanco y negro, donde la figura de la sombra puede llegar a tener incluso más protagonismo que el sujeto u objeto.
Al igual que Junichiro Tanizaki en su ensayo El elogio de la sombra, Mapplethorpe enaltece la sombra; la emplea como metáfora visual dominante, con la que oculta y desvela en igual medida. Se siente atraído por la belleza y siempre encuentra medios para explorar nuevas formas y elementos. Desde sus primeras fotografías en blanco y negro, la composición, la pose y los objetos son tan premeditados como la tensión entre lo que se esconde y lo que se expone a la luz.
La atemporalidad de la belleza
Robert Mapplethorpe (Nueva York, 1946 – Boston, 1989) creció a las afueras de Nueva York en un entorno católico y sin vínculos con el mundo del arte. Entre 1963 y 1969 asistió al Pratt Institute, en Brooklyn, donde estudió dibujo, pintura y escultura, y comenzó a conocer el trabajo de artistas como Cornell y Duchamp. En 1970 consiguió una cámara Polaroid, con la que realizó sus primeras fotografías, incorporadas inicialmente a collages. Poco después abandona el collage para centrarse solo en la fotografía, llevando a cabo su primera exposición individual, Polaroids, en 1973, en la Light Gallery de Nueva York.
En estos años expandió su esfera social y en paralelo progresó en su dominio de la fotografía a través de retratos de sus conocidos del círculo artístico, nocturno y underground de la ciudad de Nueva York. Compaginó su desarrollo artístico con proyectos y encargos comerciales. Así, Mapplethorpe se sumergió, progresiva e intensamente, en el torbellino del arte y la industria cultural para terminar encontrando su lugar y alcanzar, poco antes de su muerte, un enorme reconocimiento.