Comisariada por Wendy Navarro, la muestra reflexiona sobre la importancia del arte como forma de aproximación al conocimiento y se articula a partir de los conceptos ‘caleidoscopio y rompecabezas’ como metáforas de la capacidad del arte para abordar y deconstruir una realidad que se manifiesta desde múltiples caras.
Creadas en su mayoría entre los años 2001 y 2014 por artistas de países como Colombia, Puerto Rico, Cuba, Perú, Argentina, Brasil o México, las obras revelan realidades y conflictos de orden político, social, económico, cultural y existencial, relacionando preocupaciones individuales o asociadas a contextos específicos con cuestiones y urgencias de ámbito universal.
Son obras realizadas en lenguajes como la fotografía, el dibujo o la instalación que exploran temas que se integran con las poéticas de la Colección MUSAC, como la memoria, el cuerpo, la identidad, el medio urbano y la iconografía popular.
La exposición incluye obras de Carlos Amorales, Alexander Apóstol, Tania Bruguera, Luis Camnitzer, Raimond Chaves, Dr. Lakra, Sandra Gamarra, Mario García Torres, Diango Hernández, Juan Fernando Herrán, María Teresa Hincapié, Marcos López, Jorge Macchi, Gilda Mantilla, Ana Mendieta, Vik Muniz, Óscar Muñoz, Diego Opazo, Tatiana Parcero, Nicolás Paris, Jorge Pineda, Caio Reisewitz, Gamaliel Rodríguez, Miguel Ángel Rojas, Martín Sastre y Andrés Serrano.
Crimen perfecto
La instalación Crimen perfecto, del uruguayo Luis Camnitzer, invita al espectador a observar una serie de obras a través de 10 teleidoscopios (caleidoscopios con una lente en su extremo que deforma la realidad) colocados en distintos puntos del espacio expositivo. La obra observada es reducida a una decoración formalista, ‘anulando’ su significado. A su vez, el orden dispuesto por el comisario como responsable “científico de la exposición” es desactivado, cuestionando su pensamiento “único”.
En este sentido, Crimen perfecto alude significativamente a esa reivindicación que ha venido haciendo el historiador de arte y filósofo Didi-Huberman de un conocimiento dialéctico que puede proporcionar la figura del caleidoscopio. El pensador francés aborda la fenomenología de este juguete óptico del siglo XIX como paradigma de reflexión sobre la historia y modelo teórico para el saber, destacando el rol verdaderamente seminal de cada movimiento dialéctico, infinitamente lúdico y transfigurador, desplegado por esta “caja de malicias visuales”.
Espíritu crítico y reflexivo
Partiendo de las ideas recogidas en este ensayo y del efecto subversivo y “destructor” de la obra Crimen perfecto, la muestra reúne estas obras que destacan por su profundo espíritu crítico y reflexivo, dirigido al reordenamiento de los sistemas establecidos para desmontarlos y buscar otros nuevos, así como por su acentuado interés por el lenguaje como vehículo de construcción de significado.
A diferencia del caleidoscopio clásico, el teleidoscopio capta las imágenes del exterior y las descompone en formas geométricas y colores diversos. De este modo incorpora la realidad, tanto del entorno específico que le circunda como la propia realidad –reflejada, contenida, expresada, transfigurada– de la obra hacia la que se dirige.
La obra Crimen perfecto multiplica así los efectos de esta imagen dialéctica: Diez teleidoscopios dispuestos por los distintos espacios que vertebran el recorrido expositivo, según la idea de romper los estereotipos en los que pueden caer las obras o el propio concepto de ‘exposición’, generan nuevas dimensiones sobre los significados que estas proyectan, apelando a la participación activa del espectador y a la propia multiplicidad de efectos y miradas posibles sobre una colección, siempre infinitos.