La obra de Lewis Baltz (Newport Beach, California, 1945- París, 2014) se ha relacionado tradicionalmente con la generación de fotógrafos agrupados en torno a la exposición New Topographics, que cuestionó la idea del paisaje como una imagen bella y existencial, casi sagrada, y lo mostró como un hecho real, como resultado de la casi siempre desafortunada acción del hombre.
La fotografía fue el instrumento que utilizó como medio de expresión, como herramienta de investigación y conocimiento, muy en la línea de la filosofía y el arte de los años sesenta y setenta. Por ello, formalmente actuó como un profesional de la fotografía directa pero, en cuanto al contenido, fue un artista de pensamiento conceptual y su formación se forjó en el contexto artístico de la época.
Lewis Baltz comenzó a tomar fotografías con tan sólo 12 años animado por William Current, su mentor fotográfico. Admirador de Robert Frank pero sobre todo de Edward Weston y de la valoración de su misión artística, Baltz estudió en el San Francisco Art Institute (1969) y en el Claremont Graduate School de California (1972). Ya de su época de estudiante datan sus primeros trabajos, The Prototype Works y The Tract Houses, serie que expone en 1971 en la galería neoyorquina de Leo Castelli.
1975, fecha clave
En 1975 participa en la exposición New Topographics: Photographs of a Man-Altered Landscape (George Eastman House, Rochester, NY), que supone una ruptura con la visión idealizada del paisaje que la fotografía estadounidense tradicionalmente había proyectado. Así, junto a fotógrafos como Robert Adams, Bernd y Hilla Becher, Frank Gohlke, Nicholas Nixon o Stephen Shore, Baltz deja de mirar a la naturaleza intacta, a los parques nacionales, volviendo la mirada hacia las ciudades, al paisaje usado, gastado, transformado, capitalizado, a los suburbios que crecían con rapidez y proliferaban en las ciudades. El paisaje se ha convertido en territorio, delimitador, excluyente, pero ante todo ocupado. De entre esta generación de fotógrafos, es sobre todo Baltz quien vuelve la nueva imagen del paisaje de espaldas al viejo romanticismo, provista de una nueva comprensión de la imagen.
Sus series Tract Houses, New Industrial Parks near Irvine, California, Maryland, Nevada, Park City, St. Quentin Point, Continuous Fire Polar Circle, Near Reno y Candlestick Point exploran estas nuevas ideas en torno al paisaje. Comenzadas a finales de los años sesenta y realizadas hasta 1989, todas ellas se componen de pequeñas fotografías en blanco y negro que el fotógrafo disponía meticulosamente en la pared en cuadrículas ordenadas de un determinado modo según la serie.
Transformación radical
A partir de 1989, la obra de Baltz experimenta una transformación radical. En esta segunda etapa sigue presente en su trabajo la idea fundamental de que el urbanismo (y toda la vida actual) es la materialización del poder, y que el poder es ideología en sí mismo. Sin embargo comprende pronto que ha empezado una nueva era mediática y que los acontecimientos sociales son iniciados exclusivamente por los medios y reflejados por los mismos. El resultado es que los medios producen una hiperrealidad y, como consecuencia, no es posible distinguir entre los acontecimientos auténticos y los simulados. Esta indistinguibilidad entre el hecho (histórico) y la simulación (mediática) desemboca finalmente en la pérdida completa del acceso a una realidad experimentable concretamente. Obras fundamentales de esta etapa son Rule without exception, Piazza Pugliese, Sites of Technology, Ronde de Nuit o Venezia Marguera.
La exposición, por tanto, presenta una visión completa de su trayectoria y lo muestra como un fotógrafo cuyo trabajo no se adscribe únicamente a la generación de jóvenes artistas reunidos en la exposición New Topographics sino que experimenta una importante evolución de planteamientos e intereses.
Sorprendentemente frías
Las singulares imágenes de Baltz resultan sorprendentemente frías y carentes de emotividad, por lo que su apariencia es técnica, fina y casi inmaterial. La influencia del cine en su obra explica que la mayor parte de su obra se organice en series, aunque sin una estructura o composición necesariamente narrativa.