Esta muestra es una reflexión sobre la importancia de la subjetividad del artista en el resultado de la obra. Cuatro fotógrafos de edades semejantes, tres de ellos procedentes de la misma ciudad, Bilbao, y que se han influido recíprocamente, canalizan su capacidad creativa en direcciones totalmente diversas.
Desde el esteticismo antropológico de Isabel Muñoz a los paisajes artificiales vinculados a la Escuela de Fráncfort de Begoña Zubero, del empleo de pautas narrativas en la fotografía intelectual de Eduardo Momeñe a los majestuosos paisajes líricos de Cano Erhardt, se manifiestan las diferentes formas de expresión en que se desenvuelve el artista en un medio común y la variedad infinita de resultados que como consecuencia de la cualificada mirada individual nos brinda el arte.
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¿Por qué ellos?
Por Luis Burgos, galerista
Aunque la historia de la fotografía abarca un breve lapso de tiempo, su éxito y su variedad hacen compleja la selección de personalidades destacadas, más si las constreñimos a un marco espacial. Nuestro país, en particular, no ha sido de los pioneros en acoger la fotografía como arte y, aunque existan otros más perezosos, aquí, hoy, la fotografía como categoría artística aún sigue peleando por su reconocimiento.
En este entorno, a la decisión del galerista de hacer una exposición que destaque los que a su juicio son cuatro fotógrafos marcados por el sello de la calidad se le puede hacer esta objeción: ¿por qué estos? La pregunta es pertinente, pues podrían ser otros y de no menor calidad los elegidos, y esta muestra podría tener más bien un carácter historiográfico, estilístico, técnico, etc. Por suerte o por desgracia, el galerista que escribe estas líneas es un hombre cercado por mil limitaciones y decide sobre lo poco que conoce de primera mano.
En el pasado, especialmente en el ámbito anglófono, la composición de libros de lugares comunes era una práctica habitual entre la gente letrada. Se trataba de cuadernos en donde las personas copiaban todo lo que consideraban útil, compendios de información que incluían desde recetas de cocina hasta argumentos científicos. El concepto de «lugar común», que hoy suena peyorativo, se refería entonces a todo conocimiento de aplicación general y, por lo tanto, relevante a juicio de quien decidía escribirlo. La función del autor, en fin, era más la de compilador o administrador que la de creador o estudioso.
Tal es el motivo del título de esta exposición, que subraya así dos cualidades por encima de otras. En primer lugar hace referencia a la visión subjetiva de la calidad fotográfica que aquí se pretende destacar; en segundo lugar, llama la atención sobre la variedad de visiones subjetivas que el lugar común que habitamos produce. Que ese lugar común es fuente inagotable de maneras de ver el mundo es algo que la singular obra de estos destacados fotógrafos deja bien patente.