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El rico universo de Liliana Porter

La muestra presenta al visitante vídeos, instalaciones, fotografías, dibujos, pinturas… con los que se ofrece un panorama del desarrollo de la artista, quien con sus juegos de escalas, sus combinaciones inesperadas y su sentido irónico del mundo es capaz de construir un universo paralelo donde las líneas se quiebran, los diálogos se desbordan, las proporciones se desbaratan y las cosas nunca son lo que parecen.

Diálogos y desobediencias incluye tres secciones que, de alguna manera, resumen algunas de las cuestiones esenciales en la obra de la artista: Rasgones y tareas, que comienza con las primeras instalaciones de papeles arrugados y sigue con sus Trabajos forzados o las roturas y reparaciones; El recorrido y la línea, que recoge su fascinación por las líneas como territorio de los desplazamientos y formas de desbordar espacios y realidades; y Conversiones y dobles, donde los personajes dialogan y se duplican, se contestan y se clausuran.

Jugando con las subversiones espaciales, los diálogos inesperados y los trastocamientos de las proporciones, Porter ha ido creando un universo propio y unas sólidas y fascinantes propuestas de revisión de lo establecido desde los años 70 del siglo XX. Su amplísimo espectro creativo (pintura, instalaciones, estampas, vídeo, dibujos, esculturas, etc.) describe un mundo particular y asombroso, que en cada momento hace gala de un finísimo sentido del humor, una ironía inteligente y una sutileza muy personal.

Propuestas estimulantes

La artista plantea propuestas estimulantes para un mundo y sobre un mundo que necesita ser narrado de nuevo. Por eso lo quiebra, lo desordena, lo asalta incluso, haciendo a cada paso gala de una extraordinaria agudeza. En su obra se hace patente la necesidad de volver a nombrar cada acontecimiento y trazar nuevamente las fronteras solo para trastocarlas. Hay que perseguir el espacio, correr tras él y habitar al filo de un relato donde todo se trastorna bajo la apariencia de infinita cotidianidad.

Pese a todo, las asociaciones son siempre buscadas y los protagonistas de sus relatos, figurillas que adquieren vida propia y andan siempre en busca de una casa dislocada, la casa del otro lado, trampa y disfraz, plantean a los espectadores un pregunta reiterada que los devuelve a un espejo que no refleja, sino que distorsiona en una operación cercana a lo «siniestro» freudiano.

Sus obras son una especie de territorio de resistencia para el mundo al revés; un mundo en el cual todo es justo lo contrario de lo que debería haber sido. Las piezas miran al espectador desde los personajes y los hacen añicos: la línea se sale de marco (escultura o desbordamiento de la superficie fotográfica) y obliga a pensar, por un momento, cómo las fronteras entre dentro y fuera, realidad y ficción, lo familiar y lo extraño no eran tan inamovibles como se hubiera podido pensar en esa reunión de los seres inanimados, humanos o animales, que conforman el rico universo de Porter.

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