En ese tipo de obra que Alcaín tituló como Líneas y manchas hay que situar los últimos trabajos que ha venido realizando desde 2012. Ahora no hay prácticamente ningún motivo figurativo, sino una tendencia a ocupar todo el espacio pictórico a través de una sucesión de formas geométricas que se desarrollan aparentemente de forma caprichosa y azarosa.
La figura de Alcaín destaca en el panorama artístico español desde los años 70, década que asistió al renacer del lenguaje figurativo y de las distintas posibilidades que éste ofrecía para analizar, representar y criticar la sociedad y la opresión política de aquellos años. En esas circunstancias, Alcaín configura un estilo artístico muy personal, a mitad de camino entre el realismo y el arte pop, nutrido de una iconografía que atendía tanto a lo castizo como a lo popular, y todo a través de un lenguaje sencillo, irónico y moderno.
La evolución del artista, desde sus series tradicionales (Fachadas y escaparates, Bordados de pétit-point, Bodegones, etc.) hasta las últimas (Números, Letras, Entrecruzados), la explica él mismo: «Hubo un momento a finales de los noventa en que los bodegones van adelgazando de tal forma y son tan esquemáticos que los fruteros y frutas van desapareciendo y se quedan sólo las líneas y el color. Poco a poco la figuración desaparece y a partir de entonces se va desarrollando una estética de líneas y manchas que llega hasta ahora mismo».