La exposición, organizada junto a la Fundación Televisa y el Festival PHotoEspaña [1], hace un recorrido por la extensa trayectoria profesional de Álvarez Bravo. La artista abordó fotografía comercial, retratos profesionales, registró la obra de destacados pintores para el archivo del Instituto Nacional de Bellas Artes, documentó eventos culturales, impartió clase en la Academia de San Carlos, creó un taller de fotografía y fundó la Galería de Arte Contemporáneo.
Pero uno de sus principales fuertes fue la realización de imágenes de la vida cotidiana en las calles mexicanas, unas instantáneas en las que conviven momentos de ternura con otros de violencia o dolor. Un tipo de fotografía inspirada por fotógrafos como Weston o Cartier-Bresson, en quienes también se fija a la hora de experimentar con el fotomontaje y el fotomural.
Esta fotografía visual de su país también está inspirada en Paul Strand, pero Álvarez Bravo saltó las fronteras de la imagen como mero objeto documental para utilizarla para dignificar la identidad de los personajes que capturaba con su cámara. Así creó una biografía visual del México de la primera mitad del siglo XX desde sus esferas culturales y artísticas hasta las urbanas y rurales.
La artista consiguió el reconocimiento por su trabajo, sin embargo, este llegó tarde: en 1993, sólo unos meses después de la primera gran retrospectiva realizada sobre su obra, murió.