Valls llegó a París en 1949, después de que el Instituto Francés de Barcelona le concediera una beca para residir en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria. Esta primera toma de contacto con la ciudad será el inicio de una estancia que siempre acompañará y modulará la obra del artista, quien alternará los periodos de su piso parisino del quai de L’Hôtel de Ville con los veranos en Horta, casa que le vio nacer en septiembre de 1923.
En ese año de 1949 coincide, entre otros, y en el mismo Colegio de España, con dos artistas fundamentales en el devenir del arte abstracto español, Pablo Palazuelo y Eduardo Chillida. Al ambiente que siguió tras la Segunda Guerra Mundial hay que añadir la importancia que tuvo en Valls la obra luminosa, mediterránea y clásica del noucentisme catalán y la estela de artistas como Balthus, Morandi o Luis Fernández, algo que demuestra el estilo y el tipo de obra sobre la que aplicará su sensibilidad y talento.
Si los críticos y estudiosos de las pinturas y acuarelas de Valls han asociado sus obras a términos como trascendente, silenciosa, misteriosa, íntima, solitaria, serena… en relación con los dibujos de esta exposición, Calvo Serraller va más allá destacando el carácter «espectral» de los mismos. «Cuando contemplamos los cuadros del visionario Valls, que, como artista es quien representa o replica la realidad, nos damos cuenta de que busca la radiante irisación luminosa que no solo, por así decirlo, baña las cosas, sino que constituye el ser de su apariencia. Es, por tanto, verdad, que cualquier pintura es una aparición, pero no todas remarcan su lado más espectral, como ocurre en Valls».
En palabras de Miguel Fernández-Braso, quien reintrodujo al artista en España después de sus exposiciones en la Galería Theo de Madrid de 1974, de la organizada por la Dirección General de Bellas Artes de Madrid en 1982 o de su primera antológica en el Museo de Arte Moderno de Barcelona en 1985, «no cabe duda de que entre los pintores de lo exquisito y lo sutil, de lo íntimo y severo, de lo sensible y discreto, se encuentra Xavier Valls. Su pintura absorbe la poesía de la experiencia vivida, de lo supuestamente intrascendente, con un claro sentido de la medida».
El conjunto de dibujos presentes en la exposición, formada por los habituales temas del pintor (paisajes, bodegones y retratos), aparecen reunidos en un catálogo acompañados de textos escritos para la ocasión por Francisco Calvo Serraller y Miguel Fernández-Braso.