La artista refleja una idea personal: 11 momias de mujer levitan a escasos centímetros del suelo. En su ascenso hacia el otro mundo dejan los vestigios de su existencia mortal, a través de lo que fueran sus valiosas pertenencias. Les acompañan 11 sudarios de oro que nos recuerdan lo que nunca fue nuestro. Lo espiritual y lo terrenal se encuentran presentes de forma indisoluble en esta obra.
Carolina Díaz Amunarriz, comisaria de la exposición, indica cómo entrar en la exposición: por mucho que nos recuerde nuestra propia mortalidad, nos transmite que antes viene la experiencia vital.
En una conversación entre artista y comisaria, publicada en el periódico editado con motivo de la muestra [1], Vallejo señala cómo en este proyecto afronta diferentes temas como la muerte, la enfermedad, los miedos, la pintura, los maestros que admira, el color, la creación, los sueños… En pocas palabras, su vida.