En DISurbia, Valderrey realiza un recorrido por diferentes espacios abandonados, degradados por el tiempo y la desidia, donde se pone de manifiesto la falta de oportunidades económicas que provoca la despoblación de las zonas rurales con muy escasas posibilidades de desarrollo.
Estas obras hacen referencia a arquitecturas de ocupación basadas en la relación entre la identidad, los entornos de la memoria y los procesos de desindustrialización de las antiguas instalaciones mineras situadas en la montaña oriental de la provincia de León. Allí, el valle de Sabero, Sahelices, Olleros, Sotillos y Vegamediana tienen instalaciones industriales abandonadas, que dan testimonio del proceso de abandono de las cuencas mineras del norte de la península.
La degradación de estas instalaciones mineras y siderúrgicas ha provocado que la vegetación inunde espacios de la arqueología industrial, maquinaria, naves y bocaminas. Vegamediana es el escenario principal del proyecto, gracias a una antigua construcción minera, hoy ya en desuso, que formaba parte de un gran entramado siderúrgico que ocupa la totalidad del Valle de Sabero.
Pasado y presente
La cuenca minera de hulla fue la primera en ser explotada en la provincia de León. En el año 1890 los derechos de extracción del valle son de Tomás Allende y de otros empresarios vascos. En 1899 se constituye la empresa ‘Hulleras de Sabero y Anexas’, con sede en Bilbao, y la misma empresa construye el ferrocarril (el Hullero) que transportaría el carbón del valle hacia los Altos Hornos de Vizcaya, donde serviría como combustible para las grandes acerías.
La posguerra dibujó un tiempo gris, de emigración y miseria. Cientos de recién llegados de otras regiones ocupaban barracones y chamizos para trabajar en la mina. La dureza del trabajo, los sueldos bajos, los frecuentes accidentes por derrumbes, las explosiones de grisú y el también llamado mal del carbón, la silicosis, dejaba la esperanza de vida en poco más de 40 años.
Hoy día, el plan del carbón prevé el cierre de las minas y de toda la industria anexa, dejando sin trabajo y sin esperanza a un gran número de mineros y a sus familias, lo que ha originado un gran conflicto social y movilizaciones por todas las cuencas.
La propuesta de Valderrey intenta establecer un diálogo del pasado con el presente, contrastando los escenarios de esta historia: Vegamediana, la piel olvidada, el palacio derruido de los Allende en Burón, en la actualidad desmontado y abandonado en un prado, y los símbolos de los poderes que han dibujado las cartografías económicas de estos territorios.
Eduardo Valderrey
Eduardo Valderrey utiliza el entorno urbano y la arquitectura como reflexión entre la ciudad y la identidad. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona en 1987, imparte diferentes cursos y talleres sobre el concepto de la imagen y su proceso gráfico. En los 90 comienza a trabajar con el medio fotógrafico utilizando su propia obra como soporte integrador de imagen y espacio.
En «hortus» (Barcelona 1996) comienza una búsqueda sobre las diferentes posibilidades de utilizar el espacio escultórico como soporte de proyección. Desde 1997 y gracias a diferentes becas y ayudas continúa su proyecto fuera de España. Tiene obras en diferentes museos, fundaciones y colecciones privadas, como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Moderno de Tarragona, la Colección Triángle Artist´s Workshop de New York, la Academia de España a Roma, ArtOmi, etc.
Recientemente ha obtenido el primer premio de la Bienal de Tarragona y el primer premio de la Bienal Guasch-Coranty en Valls; también ha expuesto su proyecto malpaís en la Galería Astarté de Madrid, el Museo de Arte Moderno de Tarragona, en la Galería Amasté de Bilbao, y en el espacio de ‘el terrat’ de la Galería Senda de Barcelona. En 2008 obtuvo la beca de creación Norte (Fundación Norte) y en 2011 recibió el Primer Premio Inund’ART de Girona.