El proyecto de poner en escena Los hermanos Karamázov «empezó a convertirse en realidad un día en que, sentado en un café con Echanove, de pronto vi aparecer en sus ojos el brillo de la inspiración y tuve el convencimiento de que este desafío común empezaba a apoderarse de él como ya se había apoderado de mí. No había vuelta atrás: Fiódor Karamázov estaba sentado frente a mí», rememora Vera.
En un largo proceso creativo conjunto, el director y José Luis Collado convirtieron este monumento a la compasión humana y a la comprensión de la naturaleza oscura de los hombres en una pieza destinada a los escenarios.
Sobre las tablas, Echanove está acompañado por Óscar de la Fuente, Fernando Gil, Markos Marín, Antonio Medina, Antonia Paso, Marta Poveda, Lucía Quintana, Chema Ruiz, Ferran Vilajosana, Eugenio Villota y Abel Vitón, que presentan al espectador los grandes misterios de la humanidad: el amor más allá de lo posible, el renacimiento a través del sufrimiento, el odio como expresión del amor y todos los complicados mecanismos psicológicos y resortes emocionales que hacen del hombre lo que es.
Maldición y bendición
El espectáculo, producido por el Centro Dramático Nacional [3] y con una duración de algo más de dos horas, tiene que ver con la vida de Dostoyevski y la enfermedad que le marcó, la epilepsia.
«Quiero llevar el espectador a un viaje febril y tenso. No hay paz, incluso cuando la escena parece tranquila. Cuando la conversación es pausada hay algo por debajo que está a punto de estallar», apunta Vera. La clave de la obra, según el director, ha sido una frase: «Solo hace falta una gota de miedo para que el amor se transforme en odio».
Los personajes de Dostoyevski son capaces de lo mejor y de lo peor, son enciclopédicos, por lo que no se les acaba de conocer nunca. Fiódor Karamázov pasa de la barbarie a la ternura. Es un hombre real, pero tiene la maldición y la bendición de los Karamázov. El padre y el hijo mayor tienen una relación de brutalidad y de sexo. Los Karamázov son capaces de ver la inocencia en la maldad, la vida y la muerte en un segundo, y ese es también Dostoyevski.
La escenografía pretende emular un gran caserón ruso venido a menos, con grandes ventanales abiertos y otros cegados, mostrando un espacio en el que el paso del tiempo y los hechos acontecidos han dejado un rastro. Un espacio de grandes dimensiones, con un pasado lujoso pero decadente, como reflejo de la decadencia moral de la herencia de Karamázov.
- De martes a sábados a las 20.30 h. / Domingos a las 19.30 h.
- Funciones accesibles discapacitados auditivos y visuales: 10 y 11 de diciembre.