Como explica el crítico Josep Mª Cadena, «González ha logrado convertir una manera de pintar que muchos aún consideran revolucionaria, y que algunos incluso vieron como destructora de los clásicos parámetros del arte en el momento de su aparición, allá en el París de Pablo Picasso y Georges Braque, en un hecho que se manifiesta y fluye con toda naturalidad. Lorenzo González es cubista, sus exitosas composiciones desintegran geométricamente la realidad para que, de este modo, nos llegue más directamente la esencia de las cosas, posibilitando la conexión con las fuerzas que las han ordenado».
El artista apuesta por la descripción esquemática del mundo para intentar captar y dar a conocer la matemática que lo compone. «Los lienzos rezuman lógica, que es aquello a lo que nos aferramos los seres humanos para tratar de entender el mundo que nos rodea y nuestra propia existencia, pero también están empapados de sentimiento y delicadeza, en lo que es una reivindicación de la sensibilidad que nos debe permitir acercarnos a nuestros semejantes», recuerda Cadena.
El cubismo poliédrico se ajusta perfectamente a las inquietudes de este autor, pues en sus cuadros laten multitud de temas. La naturaleza hace acto de presencia, así como los objetos cotidianos y el mar que sugiere el viaje, tal vez a un lugar paradisíaco donde crecen las palmeras. Una cajonera habla de la intimidad del hogar, y la figura humana es el eterno diálogo con nosotros mismos. Todo ello, unos asuntos que nos llegan y afectan, y que Lorenzo González sabe tratar con acierto.