Desde sus comienzos como escultor en los años 80, Plensa, Premio Velázquez de las Artes Plásticas en 2013, ha desarrollado una carrera de gran proyección y se ha convertido en uno de los máximos exponentes de la escena escultórica actual, siendo conocido internacionalmente por sus piezas e instalaciones en espacios públicos.
Artista polifacético, ha experimentado también con el grabado, el dibujo, el sonido, el vídeo e incluso la escenografía, colaborando con la compañía La Fura del Baus en cuatro óperas clásicas. Ha sido galardonado con premios como la Medaille des Chevaliers des Arts et Lettres del Ministerio de Cultura francés en 1993 o el Premi Nacional de Cultura d’Arts Plàstiques de la Generalitat de Catalunya en 1997.
Su obra ha sido objeto de exposiciones en museos de todo el mundo, entre los que cabe destacar el Madison Museum of Contemporary Art, Madison, Wisconsin, el MAMC–Musée d’art moderne et contemporain Saint-Étienne Métropole, Saint-Étienne, el EMMA–Espoo Museum of Modern Art, Helsinki, o el Musée des Beaux Arts de Caen.
Este proyecto coincide, además, con una retrospectiva que le dedica el MACBA y que incluye obras desde la década de 1980 hasta las más recientes, en un recorrido que refleja el diálogo, recurrente en la trayectoria de Plensa, entre la representación de la figura humana y la abstracción.
Sobre Invisibles
Por João Fernandes, comisario
Tres cabezas suspendidas en el espacio etéreo del Palacio de Cristal parecen levitar. Su título, Invisibles, un sustantivo plural que no les roba la singularidad. Cada una tiene un nombre, Laura, Anna, Rui Rui; identidades que quedan anónimas en el enigma al que se enfrenta el espectador. Son tan visibles como invisibles. Construidas en una trama metálica, brillan aleatoriamente según la luz que incida en ellas.
El conjunto replica, como un eco visual, la estructura arquitectónica trilobular del Palacio de Cristal en el que se presentan, reproduciendo a su vez la manera en que la arquitectura de vidrio y hierro del Palacio se integra en el Parque del Retiro. Su peso se convierte en la dimensión inacabada de los hilos metálicos que las extienden sugiriendo los cuerpos ausentes.
En la historia de la escultura, la representación de una cabeza siempre fue una convención hasta que Picasso la subvirtió en 1906 con su Cabeza de mujer (Fernande). Desde sus orígenes en los ritos funerarios hasta su uso para la celebración de la vida de un personaje público o de su poder, la cabeza concilia la ausencia con la presencia. Le falta el cuerpo pero no la identidad, definida en gran medida por el gesto escultórico que busca eternizarla.
En Invisibles, Plensa redefine una tradición y la reinventa. Sus cabezas son metamorfosis del ser, subrayan en sus transfiguraciones una identidad de la condición humana y se convierten en ejercicios de memoria al irrumpir en el presente a través de la materialidad que las configura. Una alteridad entre ser y parecer, una permeabilidad entre la similitud y la diferencia que define su complejidad.
La monumentalidad de sus figuras contrasta con un juego de transparencias que las convierte en palimpsestos de la retícula que las define, así como de la luz que las baña. Se revela en ellas, con una miríada de formas cóncavas y convexas, líneas y curvas, el proceso de modelación y metamorfosis de las personas reales que han servido de modelos. El dibujo de la mano del artista y las complejas operaciones logarítmicas de un programa de ordenador, específicamente concebido para las características del trabajo del escultor, construyen una tensión entre abstracción y figuración.
Invitan al silencio, al movimiento en torno a ellas para descubrir sus detalles y sus secretos, sus juegos de líneas y luz, entre su materialidad e inmaterialidad. La ausencia se transmuta en la presencia de estos acontecimientos-esculturas, epifanías, que cuestionan el lugar donde estamos, convertidos en revelaciones de lo tangible e intangible. Apariciones y desapariciones. Una memoria enigmática del tiempo que vivimos.