La muestra, realizada por el Centre Pompidou de París en colaboración con la Fundación Mapfre y la Fondation Henri Cartier-Bresson, presenta más de quinientas piezas, entre fotografías (más de trescientas), dibujos, cuadros, películas y documentos, procedentes de más de 20 colecciones internacionales.
Para Pablo Jiménez-Burillo, director del Área de Cultura de la Fundación Mapfre, «esta exposición es muy importante para nosotros no solo por ser Cartier-Bresson quien es, sino porque demuestra la importancia que concedemos a la fotografía en nuestra programación. Además, ésta no es una muestra más de Cartier-Bresson. Es el fruto de casi cuatro años de trabajo durante los que se ha podido reunir abundante material, en muchas ocasiones inédito, y ofrecer una visión realmente completa que quedará como referencia para los próximos años».
Más allá del ‘instante decisivo’
En esta muestra se pone por primera vez de manifiesto toda la riqueza de su obra y la diversidad de su trayectoria como fotógrafo, desde la estética surrealista hasta el fotorreportaje o su estilo intimista de los últimos años. De esta manera se desgrana el trabajo de este artista mucho más allá de su célebre concepto del «instante decisivo».
«Si hay un fotógrafo que concentra el sentido de la fotografía en el siglo XX: sus derivas, su historia, su madurez, su compromiso, su vocación al servicio de la realidad… ese es Cartier-Bresson», abunda Jiménez Burillo.
Para Clément Chéroux, comisario de esta retrospectiva, «el reto ha sido demostrar que no hay un único Cartier-Bresson y que a lo largo de setenta años fue cambiando. Hemos querido, en resumen, renovar la visión que se tiene sobre él y su obra». Para permitir apreciar esa evolución, en la muestra se utilizan únicamente impresiones de la época, algo que destaca el comisario.
El recorrido cronológico –también inédito en este artista– se articula en torno a tres ejes. El primero de ellos corresponde al periodo comprendido entre 1926 y 1935 y está marcado por la relación que mantuvo el fotógrafo con el movimiento surrealista, con sus inicios fotográficos y con sus grandes viajes por el mundo.
El segundo escenario está dedicado a su compromiso político desde su regreso de Estados Unidos, en 1936, hasta que volvió a Nueva York en 1946; y la tercera secuencia, que comienza con la creación de la agencia Magnum Photos en 1947, se extiende hasta principios de la década de 1970, momento en que dejó de realizar fotorreportajes.
Un joven pintor
Cartier-Bresson empieza a dibujar a una edad temprana, adornando sus cartas con pequeños dibujos y llenando cuadernos de bocetos. También en esa época le toma afición a la fotografía. Desde mediados de la década de 1920 pinta con regularidad, antes de incorporarse a la academia de André Lhote. Sus cuadros más antiguos conservados datan de 1924 y muestran una evidente influencia de Cézanne.
En el taller de Lhote, el joven adquiere conocimientos de geometría: los lienzos que pinta entre 1926 y 1928 poseen una esmerada composición, con arreglo a los principios del número áureo. Al mismo tiempo empieza a relacionarse con los surrealistas y a realizar collages al estilo de su amigo Max Ernst.
Signos ascendentes
Su obra fotográfica es el resultado de la combinación de múltiples factores: cierta predisposición artística, la tenacidad en el aprendizaje, el ambiente de la época, sus aspiraciones personales y sus magníficas relaciones.
La producción del autor se inicia en la década de 1920, caracterizada por esa doble vertiente de pintura y fotografía practicadas como afición; luego se va desarrollando y asentando en algunos hitos a lo largo del tiempo, como su viaje a África de 1930-1931.
En todos sus trabajos se refleja su amor por el arte, las horas empleadas en leer o en contemplar cuadros en los museos, la marca profunda de las enseñanzas de Lhote y la relación con sus amistades norteamericanas. Junto al primero de ellos se inicia en las artes de la composición, y en compañía de los segundos descubre las fotografías de Eugène Atget y las de la corriente de la Nueva Visión. El primer Cartier-Bresson aglutina en su obra estas influencias tan diversas.
El surrealismo
En casa de Jacques-Émile Blanche conoce a René Crevel, por él que empieza a frecuentar en 1926 los círculos surrealistas. De esos contactos conservará algunos motivos del imaginario surrealista: objetos empaquetados, cuerpos deformes, personajes durmiendo, etc.
Pero lo que de verdad le dejará marcado es la actitud surrealista: el espíritu subversivo, el gusto por el juego, el espacio cedido al subconsciente, el placer del deambular urbano y una cierta predisposición a abrazar el azar.
Cartier-Bresson será especialmente sensible a los principios de la belleza convulsiva enunciados por Breton y no dejará de llevarlos a la práctica a lo largo de la década de 1930. Desde ese punto de vista no cabe duda de que es uno de los fotógrafos más genuinamente surrealistas de su generación.
Militancia política
Al igual que la mayoría de sus amigos surrealistas, comparte muchas de las posturas comunistas en política: el anticolonialismo, el compromiso con los republicanos españoles y la profunda convicción de que es necesario «cambiar la vida».
Tras los violentos tumultos organizados en París por las ligas de extrema derecha en 1934, su compromiso se hace más tangible, y firma octavillas en pro de la «llamada a la lucha» y la «unidad de acción» de las fuerzas de izquierda.
Durante sus viajes a México y Estados Unidos, en 1934-1935, la mayoría de las personas con las que se relaciona asiduamente están muy involucradas en la lucha revolucionaria. A su regreso a París en 1936 se ha radicalizado: participa con regularidad en las actividades de la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (AEAR) y empieza a trabajar para la prensa comunista.
El cine y la guerra
Cartier-Bresson decía que el cine le había «enseñado a ver». En el transcurso de su viaje por México, en 1934, surgen los primeros indicios de su deseo de realizar películas. El cine le interesa en el contexto de su propio compromiso político, ya que resulta ser un medio capaz de llegar a una audiencia mucho más amplia y que, por su estructura narrativa, le permitiría transmitir mejor su mensaje.
En 1935 aprende en Estados Unidos los rudimentos de la cámara en una cooperativa de documentalistas muy influidos por las ideas soviéticas, tanto políticas como estéticas, y reunidos en torno a Paul Strand. Con ellos realiza su primer cortometraje. Cuando regresa a París en 1936, tras haber intentado sin éxito que lo contrataran como asistente –primero probó con Pabst y luego con Buñuel–, establece una colaboración con Jean Renoir que durará hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
El reportaje
En febrero de 1947 inaugura su primera gran retrospectiva en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Meses más tarde, junto con Robert Capa, David Seymour, George Rodger y William Vandivert, funda la agencia Magnum, que se convertirá rápidamente en una de las referencias mundiales en materia de reportajes.
Tras su exposición en el MoMA pudo decidirse por ser únicamente artista, pero prefirió convertirse plenamente en reportero al comprometerse con la aventura que representaba Magnum. Desde 1947, y hasta principios de la década de 1970, se multiplicaron sus viajes y reportajes por todos los rincones del mundo, trabajando para casi todas las grandes revistas ilustradas internacionales.
Antropología visual
Cartier-Bresson no dejó de simultanear la realización de sus reportajes con la fotografía de ciertos temas recurrentes a lo largo de los años y en todos los países que visitó. Realizadas al margen de sus reportajes, o de una manera completamente autónoma, estas series de imágenes que plantean interrogantes sobre algunas de las grandes cuestiones de la sociedad de la segunda mitad del siglo XX tienen el valor de auténticas investigaciones. No están hechas por encargo, ni subordinadas a la urgencia que impone la prensa, pero sí son mucho más ambiciosas que gran parte de los reportajes.
Estas investigaciones temáticas y transversales, que el propio autor describe como «una combinación de reportaje, filosofía y análisis (social, psicológico y de otras índoles)», se asemejan a la antropología visual, esa forma de conocimiento de lo humano en la que las herramientas de grabación analógica desempeñan un papel esencial.
Después de la fotografía
Desde la década de 1970, Cartier-Bresson, que ya supera los sesenta años, va dejando paulatinamente de aceptar encargos, es decir, de fotografiar respondiendo a unas indicaciones marcadas. Además considera que Magnum se está alejando cada día más del espíritu que motivó su creación, por lo que se retira de los asuntos de la agencia.
Su fama internacional no ha dejado de aumentar, lo que lo ha convertido en una leyenda viva. Pasa mucho tiempo supervisando la organización de sus archivos, la venta de sus revelados y la realización de libros y exposiciones. Aunque oficialmente ha dejado de fotografiar, siempre tiene su Leica al alcance de la mano y, ocasionalmente, realiza imágenes más contemplativas. Pero, sobre todo, acude mucho a museos y exposiciones y pasa la mayor parte del tiempo dibujando.
- Tras su paso por París y Madrid, esta muestra visitará México y Roma.