Las sociedades actuales han creado un nuevo planeta urbano, de grandes megalópolis interconectadas entre sí, donde solo queda el resplandor, el recuerdo fugaz de una vida rural anterior. Por ello, Gonnord ha incorporado desde 2009 el paisaje a su obra. En sus fotografías, los incendios de la serie Terre de personne acompañaban a los granjeros más aislados de la Península Ibérica y también al ocaso de la minería. Las ciénagas del sur de los Estados Unidos eran el escenario de lo que queda del universo de William Faulkner en las plantaciones abandonadas donde viven todavía personajes de la Bible belt.
Pero, como asegura Gonnord, «esta vez no se trata de lugares habitados sino todo lo contrario, lugares de difícil acceso a los que he querido llegar». El paisaje construido como metáfora de las pruebas y etapas de la vida, terrenos iniciáticos, misteriosos, paisajes de configuración variable y cambiante bajo unos elementos naturales duros, riscos y estrechos para intentar alcanzar y a veces superar…
«He recorrido territorios vírgenes donde la naturaleza expresa su raíz primitiva en los orígenes de la tierra: rocas, litorales, ríos y bosques que pueden haber dado lugar a las primeras contemplaciones por parte del genero humano y que los geólogos vienen a estudiar para saber más acerca de nuestros orígenes. Territorios que nos hablan de la memoria de la Tierra, la huella de su esencia intrínseca, bosques petrificados prehistóricos que señalan vidas desaparecidas mucho antes del nacimiento del genero humano. Ríos muertos pero todavía infranqueables, habitados con vestigios minerales y arenas movedizas. Litorales profundos donde la luz no llega».