La artista invita al espectador a que se adentre en los estereotipos de la cultura española, pero desde una perspectiva diferente. Con ironía y haciendo referencia a la fiesta y el folclore, Albarracín interpreta tópicos mundialmente conocidos para hacer una crítica sobre cómo ciertos clichés perviven en el imaginario colectivo. Su trabajo no deja indiferente al espectador, ya que se encuentra ante situaciones con un poder de la imagen latente y en el que subyacen elementos descontextualizados con una fuerte carga simbólica.
“Mis ideas las reflejo en mi obra; existe la creencia de que como artista no te puedes equivocar, pero yo me siento libre. La espontaneidad se ha perdido mucho», afirma Albarracín, que aborda temas como las desigualdades sociales, la identidad femenina o la violencia. Recurre a elementos conceptualmente sencillos, pero con una fuerte carga emocional, provocando diferentes sensaciones en el espectador, que no permanece indiferente ante lo que contempla.
La artista multidisciplinar trabaja con los vídeos, fotografías, instalaciones, performances, esculturas, dibujos y bordados para exponer su visión sobre asuntos que le preocupan. El uso del color, sobre todo la gama de los rojos, persigue captar la atención del espectador de la sala y provocar diferentes emociones.
En su obra, los estereotipos y la imagen del vernáculo andaluz adoptan una posición diferente a la festiva, para convertirse en una forma de denunciar el reparto desigual de roles en la sociedad, bien sea por motivos de género o por otras razones, como las minorías étnicas.
Crítica social y cultural
Albarracín ejerce una crítica social y cultural en las que se sirve del humor y la tragedia a partes iguales para hacer efectiva su denuncia. A lo largo de su trayectoria ha sabido reinterpretar los diferentes códigos a partir de los cuales realiza su trabajo, siempre con una visión sarcástica de la realidad. Recurre al poder de las imágenes tradicionales, transformando elementos que las convierten en símbolos actuales, como en la instalación El Toro (2015).
En Asnerías (2010) emplea la carga simbólica del animal. Al asno se le atribuyen diferentes características, aunque siempre se le ha identificado con un animal torpe y de escasas cualidades intelectuales. La artista recrea una escena en la que un asno, sobre una montaña de libros, lee atentamente un ejemplar. De esta manera ridiculiza el exceso de vanidad que son característicos de ciertos ambientes artísticos, equiparando al burro con el experto en arte.
En otra de sus instalaciones, el animal también es empleado para enfatizar en el cambio de roles de la sociedad actual (Pavos Reales, 2010). A través de un ave, en este caso el pavo real, la artista visualiza la inversión de los géneros masculinos y femeninos, despojando al macho de las vistosas plumas, el elemento que más lo identifica, y vistiendo con ellas a la hembra. Por último, el mundo animal y la relación que se establece entre el hombre y la naturaleza, pero desde la sumisión de la bestia a la acción humana, se visualiza en el documental Padre Padrone (2010).
El bordado como práctica artística casi exclusivamente femenina, y a su juicio excluida injustamente de las Bellas Artes, está presente en varios trabajos, como en la serie Paraísos Artificiales (2001) o Guapa (2015).
La ironía que emplea a veces se contrapone a la rabia, otras de las emociones que queda retratada en su obra, aludiendo a tiempos pasados, pero con continuidad en el presente. Al recurrir a estos sentimientos encontrados, la artista hace una crítica de la cultura popular y de la censura, que aún pervive en ciertos ambientes (Prohibido el cante, 2001-2013).